Hay que cambiar algo

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

CARRAL

08 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Habrá un antes y un después del accidente de Carral. Es lo que dicen buena parte de las personas vinculadas al mundo del automovilismo, que abogan por cambios importantes en normativas sobre seguridad en este tipo de eventos. Como suele suceder, nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.

Realmente, tras la enorme tragedia acontecida en el rali coruñés, lo primero es saber de manera exacta qué ha sucedido, por qué ha sucedido y depurar responsabilidades, si es que hay que depurarlas. Pero después hay que abordar con firmeza el futuro del mundo de los ralis, un deporte que, por otra parte, levanta pasiones en Galicia, como se demuestra con los abarrotes que se producen en los tramos de las numerosas competiciones que se celebran a lo largo de la geografía galaica.

Tanto las Administraciones públicas como las federaciones correspondientes deben reflexionar y responder a varias preguntas: ¿La normativa sobre seguridad en los ralis es la adecuada a la realidad? Y si lo es, ¿se está aplicando de verdad? Es decir, ¿disponemos de unas garantías efectivas para evitar este tipo de tragedias?

A tenor de lo que cuentan los propios aficionados al automovilismo, hay ralis que se convierten en auténticas verbenas, con tal avalancha de espectadores que las organizaciones se ven desbordadas, soportando la presión de tener que decidir, en ocasiones, si suspenden un tramo o si lo dejan ir para evitar el malestar consiguiente de casi todo el mundo. Y este es el gran reto ahora mismo, apostar por medidas de seguridad que no dejen las tragedias al albur de la pericia de los pilotos. Y hacerlo, además, aunque ello suponga poner trabas en sus ansias de espectáculo a los miles y miles de aficionados que quieren ver y oír lo más cerca posible el paso de los vehículos. La muerte no es ninguna broma y no hay argumento que justifique la de siete personas. Ni siquiera justificaría la de una sola.

Si las organizaciones no pueden con lo que acarrea hoy en día un rali, o dejan de organizarlos o se cambian el contexto y los escenarios. Los expertos deberán analizar si se modifican los reglamentos, si se aumentan las sanciones, si se limitan los coches participantes, si se pone coto al número de espectadores, si se prohíbe la presencia de público en determinados lugares con fuertes medidas coercitivas incluidas... Lo que sea. Pero algo hay que hacer, porque no se puede mirar hacia otro lado y culpar a un destino aciago de la muerte de siete personas, entre ellas dos niños. Y desde luego, al margen de lo que tengan que decir las Administraciones públicas, el cambio tiene que surgir desde dentro del propio mundo del automovilismo. Si no es así, estaremos condenados a sufrir otro enorme disgusto. Escuderías, federativos, pilotos, copilotos, mecánicos, comisarios... han de involucrarse hasta el fondo en la búsqueda de soluciones para evitar que un día de fiesta en familia se convierta en una carrera mortal.