The Fucking Pollo (A Coruña): hacer brillar el pollo con propuestas cargadas de descaro, contrastes y sabor

Articular la propuesta gastronómica de un local alrededor de un único producto, en este caso el pollo, suena a idea tan sencilla como arriesgada. Pero Fran Naya ha conseguido hacerla funcionar. Tras algo más de un mes abierto en la calle de la Franja, The Fucking Pollo se ha convertido en un sitio de visita obligatoria para quienes quieran disfrutar de platos donde las diferentes partes de este animal, desde las alitas a los cuartos traseros, brillan y conquistan gracias a preparaciones atrevidas y salsas que sorprenden por los contrastes en cada bocado. «Surgió como una oportunidad. Estaba buscando un local para hacer la producción de algunos platos de Efímero (el hostelero también es el responsable de este negocio) que vienen desde Vigo. Surgió este local y lo cogimos con esa idea, pero a la semana ya estaba con el tema del pollo en la cabeza», explica. Buena parte de su éxito está en la calidad del producto protagonista, pollos del Ulla de dos kilos criados en libertad, el marinado previo y el toque de brasa final. «Soy un fanático del pollo, es un producto muy agradecido, pero creo que está desprestigiado y olvidado. Tenía recetas en la cabeza que siempre hago cuando algunos amigos vienen a casa y me lancé. Lo adobamos durante un día entero en una mezcla nuestra muy especial y lo terminamos en una brasa de carbón que lo lleva a un nivel superior», sostiene con orgullo.

En la carta, por el momento, tiene dos opciones para disfrutar de jugosos cuartos traseros: el paraíso del monte, con una mezcla de especias de lo más resultona, y otra en honor a Djalminha, con una preparación tan secreta como adictiva. Más pronto que tarde pretende incluir también pollos asados enteros, aunque advierte que hará «algo diferente».

Para las alitas hay cuatro alternativas entre las que resulta complicado elegir, con salsas un tanto viajeras y osadas que, sin embargo, funcionan a la perfección en el paladar. «Las alitas y los cuartos suelen ser lo que más gusta y es fácil de hacerlas encajar en el nicho de mercado. Tengo muchas ideas más en la cabeza, pero la clave para que un negocio funcione es que la cocina esté rodada y eso no se hace metiendo dieciocho platos a la vez», comenta.

Están las bang-bang, con salsa de tomate, sochugang (una soja fermentada), puerro y lima; las de estilo cajún, donde la mezcla del adobo con el toque ahumado no deja indiferente, o las picantes (utiliza piri piri portugués) de barbacoa gallega a base de licor café. «Tienen un punto súper cachondo, con un toque dulce, pero también amargo al final. No las hay más coruñesas», comenta entre risas. A los que les guste arriesgar, tienen las golosas, con mermelada de melocotón y chipotle. «No esperas que el dulce le quede tan bien. La gente es un poco reacia, pero cuando las prueban, alucinan. En verano haremos unas a modo cebiche. Tengo otras escabechadas que son una delicia. ¡Y las de chimichurri! Pero todo a su tiempo. Iremos ampliando, pero por el momento arrancamos con cuatro», asegura.

Cada semana propone un guiso diferente «para que no se pierda la cuchara» y donde entra en juego la libertad y creatividad de sus cocineros, Jorge y Tati. Esta semana triunfó el pollo guisado con boletus, pero el clásico con cerveza o el pollo a la naranja de semanas anteriores también aprobaron con nota. Cuentan también con dos burritos, uno de estilo mexicano y otro hindú, una ensalada César, una bolitas rebozadas y, como guarnición, un delicioso pisto o patatas fritas de las de verdad. «Poner patata congelada en A Coruña, con la calidad que tienen aquí, es para que te cuelguen en María Pita», bromea.

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