Carlos González, reumatólogo: «Vengo de Madrid ¡y en mi pueblo no hay ni un semáforo!»
A CORUÑA CIUDAD

Trabajó en el gigante hospitalario Gregorio Marañón, pero dejó la capital por la calma de Perbes. Para este médico, los kilómetros entre A Coruña, Betanzos y Lugo, donde consulta todas las semanas, son lo de menos: «Estoy acostumbrado a trayectos más largos en tiempo, no me cuesta nada moverme»
23 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Carlos Manuel González Fernández (Madrid, 1961) es vecino de Perbes desde hace aproximadamente un año. Reumatólogo de profesión, buscó la calma de Miño después de una exitosa carrera en Madrid, donde ejerció en el gigante hospitalario Gregorio Marañón, el centro donde hizo la especialidad. Doctor en inmunología clínica por la Complutense, es un experto en patologías como el lupus, que investigó en una estancia de dos años para ampliar estudios en Boston, con una beca posdoctoral del Real Colegio Complutense en Harvard y con otra estadía en Los Ángeles «aprendiendo radiología», cuenta.
—¿Cómo vino a parar aquí?
—Hice la carrera en Santiago y pasé parte de la adolescencia en Vigo. Pero he sido trabajador de la sanidad pública durante muchos años en Madrid, donde hice toda mi carrera profesional con algunas estancias fuera de España. Hace unos años, mi mujer y yo decidimos que teníamos que prejubilarnos junto al mar y con amigos cerca.
—¿Prejubilarse? ¡Pero si trabaja en mil sitios!
—Sí, en el Hospital Quirón de A Coruña, en el Quirón de Lugo, tengo consulta privada en el Instituto Cos en la avenida Calvo Sotelo de A Coruña, y también en Betanzos, en Pobesalud.
—¿Y cómo lo hace?
—A cada sitio voy solo un día o dos de la semana. Al Quironsalud de Coruña voy generalmente los lunes y martes, a Betanzos el miércoles por la mañana, por la tarde consulto en el Cos de Coruña y el jueves por la mañana estoy en Lugo. En función de como vayan las cosas, aumentaré unas u otras. Soy nuevo en la zona y como en todos los negocios, hasta que te conozcan más o menos tienes que ir viendo.
—Viniendo de Madrid, será por conducir, ¿no?
—Sí sí, trabajando en Madrid, ya se sabe. Estoy acostumbrado a trayectos más largos en tiempo, no me cuesta nada moverme
—¿Por qué A Coruña?
—Elegimos la zona de Coruña porque, aparte de que me gusta la ciudad y está al lado del mar, tengo amigos de la carrera que estos años he venido a ver mucho o con cierta frecuencia. Y hace muchos años fui residente un año en el Chuac. Así que para aquí nos vinimos. Nos hemos hecho una casita en Miño.
—Un cambio de vida total.
—Uy, la vida es totalmente distinta. Es muy diferente vivir en un barrio de una ciudad grande a vivir en el medio rural, no tiene nada que ver. Los vecinos, la proximidad, no hay ruido de tráfico… Vengo de Madrid ¡y en mi pueblo no hay ningún semáforo, ni uno!. En Perbes estás como en una aldea.. Vivo a 300 metros de la que era la casa de Fraga y a 100 metros de donde está enterrado.
—¿Contento?
—Muy contento. Desde el punto de vista personal y desde el punto de vista profesional. Estoy viendo pacientes muy distintos a los de Madrid. En Madrid toda la gente son trabajadores de cuello blanco, de oficina. Veía muy poca gente con trabajos físicos. Sin embargo aquí hay agricultores, pescadores, gente que tiene sus vacas y realiza esfuerzos… La patología es un poco distinta.
—Usted está especializado en patologías inflamatorias crónicas y enfermedades autoinmunes, como el lupus.. No sé si ve mucho de eso aquí.
—-Aquí sí que hay lupus y además se trabaja bien. Estoy especializado en lupus y en el grupo de las espondiloartritis. A lo que me he dedicado en los últimos años es a llevar un grupo de atención multidisciplinar para pacientes con enfermedades autoinmunes e inflamatorias, con especialistas en digestivo, oftalmólogos, dermatólogos, reumatólogos, enfermeras en práctica avanzada, psicólogos y psiquiatras. Esa unidad forma parte del Hospital Gregorio Marañón, y esa forma de atender es más satisfactoria para el paciente porque pierde menos tiempo y está mejor atendido, y además no es gravosa para los hospitales, porque son los mismo especialistas trabajando de otra forma, no va a suponer más sueldos. Con una parte muy importante integrada, las enfermeras de práctica avanzada, porque nos interesa que los crónicos sepan lo que tienen, sepan manejarse y estén empoderados para tomar decisiones conjuntas con el equipo que los lleva. Esto no es tomar un antibiótico y ya está, hay que tomar decisiones de tratamiento, de cuidados, de estilo de vida.
—¿Va a replicar el modelo aquí?
—Quisiera llegar a contar con un equipo y estoy intentándolo en el Quirón con traumatólogos, fisioterapeutas, internistas y farmacéuticos para atender a los enfermos reumáticos desde una unidad de osteoporosis y prevención secundaria de fracturas, de atención de la espondiloartritis o para pacientes con lupus, que son probablemente los que más requieren un equipo multidisciplinar más complejo. Por supuesto, en todo esto hay que tener en cuenta al personal de urgencias y de la uvi. Estoy en ello, acabo de aterrizar. Llevo un año y montar un equipo multidisciplinar no es fácil, requiere crear protocolos internos, requiere mucho pensar en qué hay que hacer y en cómo hacerlo…
—Los beneficios parecen claros.
—Por mi experiencia allí puedo decirlo. Hay un grupo de enfermedades en las que se junta la afectación cutánea, la articular, la del aparato digestivo… y a veces un solo fármaco funciona para todas ellas. Pero requiere la evaluación de todo los especialistas. En psoriasis, el 25 % de los pacientes van a tener una artritis psoriásica y un tanto por ciento de los enfermos con artritis, del 6 al 8 %, van a hacer una enfermedad inflamatoria del intestino. Por eso es bueno tener al lado un especialista para consultar. Hay que tener en cuenta también que son enfermos crónicos, para toda la vida. Y también que a veces cada enfermedad, de una en una, es poco frecuente. Entonces el problema es que requieren muchas veces de ayuda psicológica, sobre todo los pacientes con enfermedades reumáticas que empiezan a edad temprana, a menudo antes de los 30 o en la juventud. El impacto de saber que vas a tener una enfermedad para toda la vida es muy importante y necesitan apoyo para afrontarlo. Es una razón más para apostar por este modelo multidisciplinar.
—¿Está en ello?
—En la consulta privada intento trabajar con otros especialistas, pero llevo un año, estoy empezando. La frase del año es «poco a poco».
—Al margen del aspecto médico, ¿ha percibido diferencias en el trato con respecto a Madrid?
—-Pues… yo diría que no. La idiosincrasia de las personas de Madrid y de una aldea no tienen nada que ver, pero todos siguen siendo personas. Como en todas partes, a unas resulta más difícil saber lo que tienen porque a veces cuando preguntas ‘qué le pasa' es más complicado llegar hasta donde hay que llegar. Luego, afortunadamente, sé gallego y no tengo ningún problema con el idioma. Lo entiendo, no lo hablo muy bien, pero lo entiendo. Varía la patología, aquí veo muchas tendinitis por trabajos fuertes y también artritis por depósito de pirofosfato. Eso en Madrid lo veía menos.
—¿Los pacientes llegan con menos prisa?
—Todos los pacientes estén donde estén quieren solucionar su problema. Cuando llegan ya han pasado por el ‘a ver si me pasa solo'. Lo primero quieren saber qué les ocurre, hay un miedo al diagnóstico de la enfermedad, y cuando ya se sabe, lo que quieren es curarse y estar bien cuanto antes. Eso no varía.
—Algo echará de menos de Madrid.
—En este momento, nada. Madrid se ha convertido en una ciudad muy grande y los recursos en cuanto a cultura y ocio, hay muchos que ya llegan aquí. Podría echar de menos los museos, pero tampoco voy tanto. La verdad, quizás porque vivo en una aldea, la proximidad de algunos servicios... bajar a comprar el pan a las diez de la noche, pero eso es menos importante.