Mesón El Serrano: Un templo para los amantes de los calamares y la comida casera

Luce aspecto renovado y moderno tras un cambio de local en enero, pero hay algo que se mantiene invariable en el Mesón El Serrano a pesar de estar a punto de cumplir los 26 años: el punto perfecto de sus calamares, la calidad de su cocina clásica y la pasión y el buen trato de quienes ahora llevan las riendas del local, desde Javier Castro a los hermanos Sonia, Pablo y Mónica Díaz. «Es nuestra casa, todos los que entran son amigos y yo cocino para ellos», explica Sonia, la encargada de seguir con la línea de cocina tradicional que su madre, Lula García, creó y a la que ella va añadiendo algunos platos de creación propia igual de sabrosos que los de su predecesora. Sus premios Picadillo dan fe de ello.

Todo lo que sirven en el local es de elaboración propia, desde las croquetas -las hay de jamón, siempre Joselito o Arturo Sánchez, y de cecina gallega- a la empanada, pasando por la tortilla o la lasaña de ternera y verduras. «Intentamos utilizar siempre productos de cercanía y de calidad: huevos camperos, parrochitas de temporada...», enumera. Pero lo que destaca por encima de todo y mueve hasta este local a sus devotos son los calamares, con una deliciosa y sutil fritura. «No tiene más secreto que hacerlos con cabeza. El calamar tiene que ser fresco y el aceite tiene que estar limpio y a la temperatura adecuada. Nada más», comenta con cierto orgullo.

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La prohibición de utilizar la barra por las restricciones sanitarias impuestas a raíz del coronavirus les ha obligado a adaptarse, por lo que han añadido a la carta platos más pensados para degustar en mesa como «el bacalao espiritual con verduras, la ternera gallega asada, las carrilleras de bellota o la paletilla de conejo», propuestas que sirven también para el take away. «Lo único que hacemos en el último momento son los calamares porque las frituras para llevar son complicadas». Para evitar ese problema, los calamares, mejor tomarlos allí.

Cambiaron de acera dentro de la misma calle, cambiaron de cartel -ya no luce en su fachada el icónico jamón-, pero con ellos se marchó al nuevo local el mural de Branda, desde donde el fundador del negocio, José Luis Gómez, sonríe por lo bien que sus hijos y su yerno gestionan su legado.

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