Madonna no llenó el aforo del estadio, de 50.000 personas, pero eso no hizo sino mejorar las posibilidades del público de disfrutar de un espectáculo de dos horas.
24 jul 2009 . Actualizado a las 20:43 h.Hacía 19 años que Madonna no actuaba en Madrid, pero los cerca de 40.000 devotos de la Reina del pop que han asistido hoy a su concierto en el estadio Vicente Calderón han visto saciada su sed. Atlética, camaleónica y deslumbrante, la cantante ha demostrado que aún le sobra energía para seducir.
Como ocurriera en su último concierto en Barcelona, Madonna tampoco llenó el aforo del estadio, de 50.000 personas, pero eso no hizo sino mejorar las posibilidades del público de disfrutar de un espectáculo de dos horas milimétricas y que ha colmado las fantasías de todo seguidor de la «ambición rubia».
Apareció despatarrada sobre un trono, saltó a la comba con una minifalda roja, cantó desde un «Rolls Royce» blanco, jugó obscenamente con una guitarra entre las piernas, besó en la boca a una de sus bailarinas, se puso un velo de novia, cantó sobre un piano oculta en una capa negra y, así, visitó cada una de las Madonnas con las que ha conquistado el trono del pop.
En las cerca de cuarenta canciones que han desfilado sin pausa, remezclándose consigo misma y con otros artistas, desde Britney Spears hasta Eurosmith, Madonna no ha dejado de lado su homenaje al que ha definido como «el mayor artista del mundo», Michael Jackson, a quien ha recordado junto a sus bailarines con coreografías de temas como Billie Jean.
Acompañada de una docena de bailarines, y sobre un escenario que tan pronto se transformaba en una estación del metro de Nueva York como en una fiesta zíngara o en un ring de boxeo, la cantante no ha dado respiro a su público, tan atento a seguir el ritmo del espectáculo que apenas ha podido distraerse en bailar.
Desde «Celebration», un tema inédito que estará incluido en la recopilación de éxitos que publicará el próximo otoño, hasta éxitos de su último disco, como She is not me o Give it to me, o canciones que ya han cumplido los 25 años, como Dress you up, han desfilado sobre un escenario con tres pantallas gigantes, desde el que la cantante se ha dirigido en varias ocasiones al público para decir frases que ya llevan su firma, como ese «estoy caliente».
«Ha sido un espectáculo perfecto, es la reina y está en forma», decía una seguidora al terminar el concierto, enmarcado dentro de la gira Sticky & Sweet, que tendrá su próxima cita el próximo día 25 en Zaragoza.
Y si algo ha quedado claro es que esta cantante, igual que puede acercarse al hip hop o al techno o a lo que se le ponga por delante, es capaz de atraer a todo tipo de público, incluso si las entradas valen un mínimo de 80 euros y pueden llegar a los 397.
Desde un obrero en paro de Valladolid, hasta Nacho Cano, desde una niña de 11 años a la que le encanta «como baila» a Belén Esteban, entre el público había de todo, y por supuesto, muchos sombreros de copa rosas.
Era el segundo concierto que daba en Madrid, donde actuó en el mismo estadio hace casi exactamente 19 años, en lo que fue su primera visita a España.
Y desde entonces, la estrella de Madonna no ha dejado de crecer.
Hard Candy, su onceavo disco, la ha confirmado como la auténtica reina del pop. En el 2008, con la primera gira Sticky & Sweet tras la edición de éste álbum que fue número 1 en 37 países, batió todos los récords.
Los casi 2,5 millones de personas que asistieron a sus conciertos, convirtieron a esta gira en el tour con mayor beneficio de la historia de un artista en solitario, según su promotora. Y así «la ambición rubia» consolidó su flamante primer puesto, entre otras cosas en la lista de los cantantes mejor pagados.
Según publicó la revista Forbes el pasado mes de junio, la «reina del pop» ganó en el último año 110 millones de dólares. Pero ella no se duerme en los laureles y por eso ha emprendido esta segunda gira «Sticky & Sweet», dispuesta a demostrar que, a punto de cumplir los 51 años, tiene cuerpo y cabeza para seguir en el primer plano.
Ya lo dijo Mick Jagger cuando la definió como «un vaso de inteligencia en un mar de ambición».