Stieg Larsson comenzó a indagar sobre la extrema derecha en los años setenta. Cuando a mediados de los noventa fundó Expo, el auge de los neonazis era su interés primordial. Unos ultraderechistas tenidos entonces por «payasos» de la política que el año pasado entraron en el Parlamento sueco de la mano del partido Sverigedemokraterna.
¿Cómo la intolerancia pudo germinar y crecer en un país como Suecia, cima del bienestar, paradigma de la libertad y la tolerancia, de la educación igualitaria y los derechos sociales?
«Es la pregunta del millón» contesta Poohl, que solo puede constatar y lamentar cómo en su país «se alimenta una política del odio que funciona» y que tiene a los musulmanes en su epicentro. Se ha visto de nuevo con claridad en las últimas elecciones y lo confirman los datos que maneja. «Entre el 5 y el 10 % de la población sueca no quiere a las minorías, a los que se salen de la norma, y un 17% de los jóvenes suecos dudan de la existencia del Holocausto», asegura.