Traductor de grandes escritores como Goethe, Kafka, Thomas Bernhard, Günter Grass o Joseph Conrad, Miguel Sáez ingresa hoy en la Real Academia Española con un discurso sobre un oficio, el de la traducción, que le apasiona pero que está mal pagado y que ha sido siempre «bastante menospreciado». «Vivir de la traducción es difícil, pero vivir bien es casi imposible», asegura Sáenz (Larache, Marruecos, 1932) quien le quita importancia al hecho de saber siete idiomas y reconoce que el dicho italiano de «Traduttore, traditore» «pone de los nervios a la mayoría de los traductores». «Creo que muchos traductores pueden ser traidores, pero, como decía Borges cuando hablaba de la traición creadora, se puede traicionar el original y, sin embargo, traducir algo que literariamente sea muy válido», indica Sáenz.
Ante su inminente ingreso en la RAE, se siente «muy bien» y «tranquilo», aunque «un poco impresionado» por las personas que han ocupado antes el sillón que a él le corresponde, el «b», que perteneció, además de a su predecesor, Eliseo Álvarez-Arenas, al cardenal Tarancón y a Ramón Menéndez Pidal.
«¿Dónde me he metido?», dice con humor Sáenz, que también es el primer representante del Ejército del Aire que entra en la RAE. Su amplio conocimiento del vocabulario de la aviación le vendrá muy bien para mejorar los términos de ese campo en el Diccionario académico. «Creo que los primeros convencidos de que hay que mejorar el Diccionario son los que lo hacen. Es una labor que no tiene fin», afirma Sáenz.