El éxito de Tarantino en Cannes con «Pulp Fiction» abrió una nueva era
11 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Hubo rabiosos aplausos, pero también gritos de indignación. «¡Menudo bodrio!, ¡escándalo!», gritaba una voz desde el público aquel 12 de mayo de 1994, cuando Quentin Tarantino subió a recoger en Cannes la Palma de Oro por la salvaje y rompedora Pulp Fiction. El segundo largometraje de un entonces prometedor director de 30 años -empleado en un videoclub de Los Ángeles hasta que su nombre corrió como la pólvora, de festival en festival, por su debut, Reservoir Dogs (1992)- triunfó contra todo pronóstico en una noche engalanada para Kieslowski.
El director polaco, con su tercera entrega de la trilogía de colores, Rojo, era el favorito, incluso para Tarantino, que confiaba en llevarse al menos el premio al mejor guion, según cuenta Peter Biskind en Sexo, mentiras y Hollywood. Pero fue Michel Blanc, por Grosse Fatigue, quien logró ese reconocimiento. Moretti recogió el galardón al mejor director. Sus esperanzas se habían esfumado. Solo quedaba la Palma. Y entonces ocurrió lo inesperado. Clint Eastwood, con un impecable esmoquin blanco, abrió el sobre: «La película ganadora es Pulp Fiction».
Ya nada sería igual, ni para el director, que se convirtió en profeta del cine moderno, ni para los actores que hasta entonces, o no eran muy conocidos (Uma Thurman) o atravesaban horas bajas (Willis, Travolta).
Lo culto y lo popular
Ni mucho menos para el hombre que se sentaba al lado de Tarantino, Harvey Weinstein, el productor que hizo trizas las reglas del juego al convertir una película independiente de 8 millones de dólares en un taquillazo de más de 200 millones. Pulp Fiction rompió etiquetas. Las que separaban el cine de culto del popular, lo minoritario de lo masivo, lo exquisito de lo escabroso. Y al hacerlo, dejó noqueados al público y a la crítica. Nunca un filme indie había superado los cien millones. Pero a partir de entonces, todas las grandes distribuidoras de Hollywood se lanzaron a producir proyectos de bajo presupuesto, cuando no a comprar pequeñas productoras, confiadas en poder repetir el milagro.
El cine independiente había triunfado masivamente. Y así empezó su crisis de identidad.