«Selma» invita a reflexionar sobre la esperanza cuando hay voluntad humana de cambiar las cosas, sobre algo tan simple como apelar al sentido común
08 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Como conviene ser muy cuidadoso con las palabras, comencemos por aclarar que resulta fría porque no consigue tocarte la fibra sensible, pero es notable por su cuidada dirección de arte, su pulcro acabado visual (mérito acrecentado por un presupuesto modesto para una producción de época, poco más de 18 millones de euros) y su voluntad de memorizar unos hechos históricos, que nunca sobra recuperar en estos tiempos tan convulsos como olvidadizos. De paso invita a reflexionar sobre la esperanza cuando hay voluntad humana de cambiar las cosas, sobre algo tan simple como apelar al sentido común.
Se trataba de lograr el derecho al voto a los ciudadanos afroamericanos en Estados Unidos, para lo cual un líder, al que acababan de concederle el Nobel de la Paz, promueve una marcha ciudadana en 1965 desde Selma a Montgomery, en la muy racista Alabama, para obligar al entonces presidente demócrata, Lyndon B. Johnson (a quien su implicación en la guerra del Vietnam afectó seriamente a su imagen de reformista social), a aprobar la ley que lo permitiría.
A mayores, Selma cuenta con un amplio elenco de actores (algunos casi en cameos: Martin Sheen, Oprah Winfrey, Cuba Gooding Jr?), que reflejan el tinte solidario y casi de servicio social que implicaba sacar adelante el filme. Puede que en su anotada frialdad, que le reduce a cuidada ilustración, influya el origen documentalista de su autora (que además inserta imágenes originales de la televisión de la época) y el muy evidente rigor del guion (su estructura narrativa aparece bien balizada en cuanto a cronología y al uso de reportes que se suponen obra del FBI). Añádase a eso, en cuanto afecta al ritmo, los largos monólogos de King y sus colaboradores, o sus también lastrados diálogos con Johnson en el despacho oval, algunos demasiado obvios.
En el lado de las virtudes, un cierto cuidado en renunciar a mostrar para inclinarse por sugerir, dejando al espectador resquicios a la imaginación, aun a sabiendas de que su primer destinatario es el público local, tantas veces acusado de simplón y refractario a todo aquello que no les llegue bien masticado en imágenes. Destacar por último el esfuerzo de David Oyelowo vistiendo a un personaje tan carismático e icónico como Luther King.