
Abrams rueda muy bien, controla el ritmo, es hábil con los guiños cómplices y la nostalgia, y sabe que los fans lo mirarán con indulgencia
19 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Tres apuntes previos. Primero: un estreno masivo (casi cien países, más de 1.300 pantallas en España) puede responder a exprimir el zumo antes de que se pasen las frutas, o sea que broten los comentarios adversos. Segundo: la starsmanía es una religión creada por George Lucas, cuyos fieles le reprochan haber devaluado su culto en las tres últimas entregas, por lo que cualquier opción de enmendarlas sería bienvenida. Tercero: este crítico solo milita en el cine por encima de modas, manías y otros varios, de ahí que considere que la mejor de la saga sigue siendo La guerra de las galaxias (1977), aunque el resto se mantenga fiel a su espíritu, generando una mitomanía que prolonga su influencia más allá de la pantalla. Así las cosas, al margen de que Lucas se haya plegado a Disney, su imaginación había tocado fondo al escorarse hacia el mercantilismo voraz y un merchandising de niveles delirantes.
Pues ya está. Como espectáculo, un diez, aunque poco nuevo ofrece que no hayamos visto, sobre todo en las tres primeras, en especial El imperio contraataca (1980), y en la nueva narrativa marveliana, ahora mismo dominante en el cine mainstream. Abrams rueda muy bien, controla el ritmo, es hábil con los guiños cómplices y la nostalgia, y sabe que los fans de la Fuerza y del Halcón Milenario te mirarán con indulgencia. Esa indulgencia deriva en entusiasmos desmedidos que no pueden ocultar su principal carencia: esa incapacidad para dotar de mayor vida interna a los personajes, optando por su simplicidad. Aun reconociendo que todavía aguardan dos filmes para saber algo más de ellos y qué demonios ocurrió en treinta años con Han Solo (aquí lo mejor, sin duda), la Princesa Leia y Luke Skywalker, así como los avatares del Imperio Galáctico, la Resistencia y el resto. Obviamente, se trataba de aplicar a la saga un lifting en serio. Lo habrá conseguido porque sus fans la aplauden. Pero exigimos un salto cualitativo. No diremos que un tratado de filosofía galáctica, pero sí algo más de chicha.