14 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.
Para que no se repitiera lo de Frei Otto -anunciaron el galardón y, a la vez, que acababa de fallecer-, el Pritzker de este año ha madrugado (normalmente se comunicaba en marzo) y ha recaído en un arquitecto joven. Que Aravena formara parte del jurado del premio los últimos siete años es una anécdota. No seamos malpensados: el chileno lo merece, por abanderar esa arquitectura social y enfocada a solucionar los problemas de la población desplazada o de personas con escasos recursos. Es el discurso de los refugiados, en las antípodas de Calatrava, Eisenman y tantos otros. La arquitectura, durante años símbolo de opulencia, poder y despilfarro, baja de las estrellas para volver a la escala humana. Elemental, querido Alejandro.