En la película, que se estrena mañana, Iram Haq, directora noruega de origen pakistaní, narra el conflicto generacional y cultural en una familia inmigrante
16 ago 2018 . Actualizado a las 08:05 h.A sus 16 años, Nisha vive entre dos mundos: fuera de casa convive con sus amigos adolescentes en su Noruega natal, pero, de puertas para adentro, debe comportarse según los códigos culturales de su familia pakistaní. Ambos universos colisionarán en el momento en que su padre la sorprenda con un chico y, además de pegarle una paliza a él, a ella se la lleva a su país de origen. La versión oficial y familiar es que está en Pakistán «para aprender la cultura de sus ancestros», pero, en realidad, la joven está retenida, doblemente, por su parentela y por la ausencia de libertad individual de tantas niñas y chicas en el país.
La historia de Nisha también es, de algún modo, la de la cineasta que la ha contado. Como ella, Iram Haq, nacida en 1976, es noruega de origen pakistaní. Y, como ella, a los 14 años fue obligada a viajar a Pakistán, donde pasó dos años. «Me secuestró mi propia familia», explica, sin eufemismos. «Todos estos años sabía que tenía que contarlo, pero no sabía cómo; no estaba preparada para hacerlo bien ni tampoco tenía el valor necesario», recuerda Haq, cuya película llega mañana a las salas gallegas.
El viaje de Nisha, protagonizada por la joven actriz Maria Mozhdah, como todo filme complejo y sutil, plantea cuestiones diversas. A Haq le gusta plantearlo, por ejemplo, como «un amor difícil entre una hija y su padre». Ese amor, que es claro al comienzo de la cinta, sufre a medida que se desarrolla la historia, pero, incluso en los peores momentos, nunca llega a morir. «Es un drama, porque Nisha es una chica como cualquier otra pero que no puede vivir con su padre, mientras que él no es capaz de entenderla, algo que lo convierte en tremendamente infeliz. En ese sentido, ella tiene mejores herramientas para reaccionar», describe Haq. Esas herramientas, en buena medida, provienen de su asunción natural de dos países y dos culturas, mientras que sus padres solo han conseguido integrarse en el aspecto más material -trabajo y comodidades domésticas- en la sociedad de acogida. Incluso la madre impone, con más ahínco aún que su marido, unas costumbres que coartan la libertad de su hija, por el hecho de ser mujer, especialmente en comparación con su hermano.
Esa integración a medias implica también una fuerte dependencia de la comunidad inmigrante, que, con su presión social, contribuye a mantener unas normas que muchas veces chocan con las de la sociedad occidental. El título original del filme, Hva vil folk si (Qué dirá la gente), subraya esta dimensión. «Lo vi también en mi familia, de clase trabajadora y que se morían de miedo fuera de ese pequeño grupo con el que compartían orígenes y valores. Era ahí donde se sentían parte de algo y tenían pánico de verse fuera, expulsados, sino seguían sus normas», relata Haq. Visto de este modo, el filme es también el relato del combate entre la libertad individual y la presión grupal, entre la voluntad propia y el peso de la tradición.
Desigualdades
El viaje de Nisha también una película que retrata las profundas desigualdades que viven las niñas y mujeres en muchas sociedades, narrada además desde un punto de vista femenino, como ya hiciera Haq con su anterior filme, I am Yours, sobre una madre pakistaní en Noruega y que fue seleccionada por este país para representarlo en los Óscar. «No hay suficientes mujeres contando historias en la industria del cine», apunta la directora, quien cree que las cosas mejoran «lentamente». Para ella, la clave está en la igualdad, tanto como concepto esencial en la educación, como en que sea una realidad laboral y, en el fondo, vital.