La cabeza del profeta Bautista Oliver Laxe rueda en la libérrima Salomé de Luis Miñarro
CULTURA
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La actriz Ingrid García-Jonsson baila la danza de los siete velos y alcanza Eurovisión en esta visión desencadenada del mito. «Love Me Not» se estrenó en el Festival de Róterdam
26 ene 2019 . Actualizado a las 23:29 h.Si no hubiera creadores como Luis Miñarro sería preciso inventarlos. Cuestión prolija porque el sentido ácrata, desencadenado, liberado de ínfulas y entregado a la subversión entendida con un sentido lúdico tan poderoso como el que posee el cineasta catalán es difícilmente remasterizable. Con Love Me Not, título de esta versión del mito bíblico y literario, Miñarro le movió el piso ayer al Festival de Róterdam y a su programación de este 2019 tan genéricamente previsible. Pues si querían mambo, llegó Luis Miñarro y mandó parar. Lo había hecho ya aquí en el 2014 con Stella Cadente [Estrella fugaz], Amadeo de Saboya y toda su basca en la corte bastante monegasca de los Madriles prerrevolucionarios, en lo que resultaba un musical donde hasta el monarca efímero y sensible bailaba en republicano.
Hay mucho de la valiosísima raigambre locoide de Stella Cadente en esta Salomé de Love Me Not, ambientada en un Guantánamo amejicanado. Y con un Juan el Bautista encarnado por Oliver Laxe, encerrado en un foso, con larga barba de buen profeta y chándal naranjito modelo Abu Ghraib, o en una ocasión desnudo como, por otra parte, en un momento u otro, lucen Ingrid García-Jonsson y Lola Dueñas, respectivamente Salomé y Herodías en esta tragedia subvertida, como Óscar Wilde la hubiese firmado. Porque hay mucho de Wilde en Miñarro y los dos se hubiesen ido de farra segura de haber sido coetáneos.
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En esta Salomé adaptada a los tiempos de desérticas prisiones antiterroristas, Miñarro construye su Babel, reivindica la diversidad de las lenguas y de los sexos. El padrastro militarote de Salomé habla catalán payés, sus esbirros español de México, Ingrid García-Jonsson castellano de Serrano. Y Oliver Laxe recita muy en Oliver Laxe. Y advierte de que otros días vendrán y la impureza de Salomé y de su madre serán guillotinadas. Aunque todos sabemos -y no es un spoiler- que el finalmente decapitado será ese Juan Bautista cuando se niegue a besar con sus labios, más rojos que todas las rosas, la boca de la bella.
Y hablábamos de la diversidad de los sexos, tan esencial a Wilde y a esta adaptación de Miñarro. Hay algunos insertos pasolinianos de miembros masculinos que juguetean con el contexto. Y no desvelemos un fin de fiesta cross-over donde Salomé/Ingrid García-Jonsson, que sabe esponjar el punto tripi de Love Me Not, se sublima en acaparadora de géneros. En ese punto, un rigodón narrativo en una cantina mexicana de canalleo pansexual, alcanza Miñarro un momento de libertad creativa que, en el marco de ese panorama de cine español tan acartonado como el que sufriremos en los Goya -del cual solo se salvan Carlos Vermut, Isaki Lacuesta y Elías León Siminiani- lo reafirma como ese rara avis al que hay que proteger.
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Cuando esa Ingrid García-Jonsson/Salomé desarrolla su fastuosa performance del eurovisivo Vivo cantando a lo que estamos asistiendo es a un acto de genial corte de mangas o de capirotes a todos esos que mandan en el cine español y en sus premios de artística escoria. Es indudable que los muchos holandeses que llenaban la sala -sold out en el Pathé Cinema- no pueden captar esa broma de alcance local, ibérico, de kitsch eurovisivo con la cual Luis Miñarro, después de haber demostrado que sigue creciendo en su manera de filmar, con la fuerza visual que Santiago Racaj otorga al desierto y a las candilejas de su película, se permite ese clímax de exorcismo de tanta bobería y petulancia vacua de supuesto cine español muy político que en realidad es mera ganga. Político -a día de hoy- es ser Luis Miñarro en su exultante ideario marciano: desdoblar a Salomé en mujer machihembrada, en musa de Wilde y de Eurovisión. Y desnudar a sus actores y actrices -a García-Jonsson o a la desmadrada Lola Dueñas- porque lo exige el guion, en una reivindicación avant-garde del cine del destape. Y el desnudo de Oliver Laxe -a poco que la voz corra- puede dar más dinero en taquilla que aquel de la Cantudo, lo cual nos pondrá a todos, exultantes y clasificados S de Salomé. De esta Salomé mutante y transfronteriza. Como su director.