Florian Henckel: «El arte transforma tu visión del mundo; si no lo hace, ya no es arte»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Florian Henckel ganó en el 2006 el Óscar con «La vida de los otros»
Florian Henckel ganó en el 2006 el Óscar con «La vida de los otros» MARIO ANZUONI | REUTERS

El director alemán, ganador del Óscar con «La vida de los otros», estrena «La sombra del pasado», una película sobre un pintor en los años del nazismo y la RDA

05 abr 2019 . Actualizado a las 16:36 h.

En el 2006 La vida de los otros, un filme sobre el espionaje de la Stasi a intelectuales, le valió a Florian Henckel Von Donnersmarck (Colonia, 1973) el Óscar. El director estrena hoy La sombra del pasado, un drama histórico -nominado también a la estatuilla- en torno a un pintor a través de cuya biografía narra dos períodos cruciales en la historia de Alemania: el auge y caída del nazismo y la división del país en dos regímenes distintos.

-La película se abre con una visita del protagonista de niño a la exposición de arte degenerado organizada por los nazis. Debió de ser una reconstrucción muy compleja para el filme...

-Sí, aunque es una secuencia breve, fue muy complicado. Los nazis retiraron de los museos públicos todos esos cuadros que no encajaban con su idea de lo que era arte o hermoso, obras de Kandinsky o Chagall, y organizaron la exposición para que la gente acudiese a burlarse de ellos. Hubo gente que hizo eso mismo, pero también muchos otros fueron porque sabían que era la última oportunidad para verlos. Después improvisaron una subasta en Suiza y los cuadros que no se vendieron fueron destruidos. De muchas obras, como Mutilados de guerra, de Otto Dix, solo tenemos pequeñas fotos en blanco y negro. Trabajamos con artistas para reconstruirlos, intentando acercarnos a los originales todo lo posible. Pensé que si empezaba la película con estos cuadros les haría algo de justicia poética, aunque luego, por los acuerdos a los que llegamos, también tuvimos que destruir las copias, para evitar la posibilidad de que circulasen como falsificaciones.

-Luego, de joven, empieza a formarse como artista en la RDA, un régimen opuesto a los nazis pero que, como ellos, también le coarta su libertad individual.

-Sí, tienen diferentes enemigos pero el arte, la libertad de expresión y los sentimientos individuales son su enemigo común. La historia nos enseña que en cualquier dictadura lo primero que tratan de controlar es la prensa y luego el arte. Saben que una obra de arte es algo que cambia un poquito, o quizá mucho, cómo ves el mundo. Si no transforma tu visión, entonces ya no es arte. Las dictaduras no quieren que la gente cambie, porque eso es lo que los mantiene en poder.

-La semana pasada se supo que una empresa alemana, JAB, investigó su pasado y encontró vínculos directos con el régimen nazi. Ahora va a hacer una donación de varios millones. ¿Su país ya ha superado esa vergüenza del pasado y lo mira de frente?

-Todavía creo que, como dice usted, la vergüenza de esos doce años de dictadura nazi siguen influyendo en las decisiones políticas. No creo que sea una coincidencia que Alemania haya acogido a millón y medio de refugiados, más que cualquier otro país de Europa. No es porque los alemanes tengan un mayor sentido ético, sino que forma parte de una expiación por la culpa de esos doce años. La historia debería ser vista en su contexto y examinarse en su conjunto.

-En España se ha reabierto ese debate sobre el pasado: las largas gestiones para trasladar los restos de Franco resumen las tensiones opuestas sobre la cuestión. ¿Qué le parece a usted?

-Es muy interesante, desde luego. Será un proceso largo. El efecto del pasado siempre está ahí, tanto si hablas sobre ello como si lo ignoras, así que lo mejor que puedes hacer es confrontarlo directamente, con honestidad y valor. En Alemania el fascismo fue completamente extremo, mucho más que en España, por lo que he podido entender, así que quizá sirva de consuelo pensar que, si hemos podido mirar hacia atrás, España también lo conseguirá y puede hacerlo sin sentir miedo. En Alemania durante muchos años hubo un pacto de silencio, ya que la generación de mis abuelos no hablaba de ello. Luego, la de mis padres y la nuestra reabrieron el debate, con cierta sensación de enfado: se pensaba que alguna gente no había recibido su castigo. Pero es imposible, porque hay gente que consigue adaptarse y mantener su poder. Mi conclusión es que si buscamos la paz, la verdad, la tolerancia, nuestras vidas serán nuestra recompensa. Los que buscan el poder, la dominación, tendrán su castigo: vivirán vidas vacías, con miedo y neurosis, un vacío total.

«Empresas como Google y Facebook habrían sido el sueño de la Stasi»

Henckel ganó el Óscar con su debut, La vida de los otros, un reconocimiento que le ha facilitado algunas cosas en el siempre difícil mundo del cine.

-Habrá quien piense que el espionaje que reflejaba «La vida de los otros» era propio de una dictadura. Pero hoy más que nunca hay un temor al control masivo de nuestra identidad a través de la tecnología. Lo curioso es que las dictaduras se preocupaban por las ideas subversivas, mientras que ahora lo que más interesa son nuestros datos de consumo.

-Es una buena reflexión. Creo que es verdad y que incluso va más allá. Ahora, por lo menos en nuestro país, se usa para nuestros datos como consumidores, pero en otros países se usa de forma diferente. Empresas como Facebook y Google habrían sido el sueño de la Stasi: tienes este gigantesco mecanismo de espionaje al que la gente, voluntariamente, confía todos sus sueños, esperanzas y pensamientos. La privacidad se ha convertido en una obsesión para mí. Los gobiernos tienen acceso a toda esta información y se está almacenando. Incluso si ahora no se utiliza mal, los gobiernos cambian, y si esos datos están ahí puedes averiguar instantáneamente qué piensa la gente. Del historial de búsquedas de Google sabes cuáles son sus ideas y puedes construir un perfil de lo que cree. Lo saben todo. Debemos asegurarnos de que no acaba en manos de una sola empresa. La vigilancia que mostré del año 1984 con medios muy primitivos es una broma si la comparas con lo que ocurre hoy. Y, desafortunadamente, no es solo por consumismo.