William Boyd: «La campaña del 'brexit' ha sido una fantasía que la gente se ha creído»
CULTURA
El autor británico publica «El amor es ciego», una novela de adictiva trama sobre un escocés afinador de pianos
07 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Un afinador de pianos escocés, una cantante rusa y un pianista irlandés forman el triángulo de pasiones y odios que el escritor británico William Boyd (Ghana, 1952) arma en su última novela, El amor es ciego (Alfaguara). Boyd sigue los pasos del afinador en una trama tan adictiva como la de sus anteriores historias, con ecos de dos grandes nombres literarios a los que admira: Stevenson y Chéjov.
-Su personaje principal es el afinador y no el pianista. ¿Lo que sucede entre bambalinas es a veces más interesante que lo que vemos sobre el escenario?
-Sí, así es. Y tenía otros motivos para elegirlo como protagonista. Es muy complicado escribir una novela sobre música. ¿Qué puedes decir? ¿Que el segundo movimiento fue brillante? Pero quería escribir una historia sobre música y me di cuenta de que necesitaba un enfoque distinto, un portal de entrada que no fuese un intérprete o un compositor. En Londres vi a un afinador trabajando con un piano y me dije «eureka: ahí lo tengo». Cuando conocí a un afinador de pianos de primer nivel que me ayudó muchísimo me di cuenta de que había tenido un golpe de suerte, porque es mucho más interesante escribir sobre música, como usted dice, desde el punto de vista de las bambalinas, sobre alguien que es esencial -los virtuosos no pueden tocar el piano si no está perfectamente afinado-, una figura en la sombra.
-En otras novelas ha tenido como protagonistas a escritores, fotógrafas y artistas. Va cubriendo todas las disciplinas artísticas...
-Ahora tendré que escribir una novela sobre un coreógrafo. O un bailarín [ríe]. Ocurrió así, fue natural. Estaba convencido de que no escribiría una novela sobre un escritor, cosa que al final hice, claro. No tenía ningún plan de abordar todas las artes, pero soy un gran aficionado a la música y siempre le daba vueltas a cómo escribir sobre ello y entonces me llegó la idea de El amor es ciego. No conozco mucho sobre el mundo de la música, pero la vida de un artista suele ser interesante.
-Vidas que suele narrar casi por completo en sus libros, lo que permite una relación muy especial con sus personajes.
-Sí, yo a estas novelas les llamo novelas de la cuna a la sepultura, del nacimiento a la muerte. Resulta muy difícil meter una vida entera en una novela. Pero tiene razón: es muy satisfactorio como autor, y creo también como lector, ver el arco completo de la vida de una persona, su experiencia, y acompañarla hasta el mismo final. Creo que te proporciona una sensación catártica.
-Esa verosimilitud llegó a su culmen con su novela «Nat Tate», que usted presentó como la biografía de un artista de carne y hueso. Cuando se reveló que era todo inventado hubo quienes se sintieron estafados, lo que prueba la compleja relación entre realidad y ficción.
-Lo es, lo es. Siempre he intentado empujar la ficción hacia el mundo de lo real, por así decirlo. Historia, reportaje, documentalismo, periodismo. Lo comparo con un caníbal que se come el cerebro de su enemigo para fortalecerse. El mundo está tan dominado por hechos, hay información las 24 horas, que de alguna forma parece que la ficción ha perdido relevancia, algo con lo que no estoy de acuerdo. Por eso intento que mi ficción parezca tan real, que la gente se olvide de que es ficción. En ese sentido, creo que Nat Tate fue el ejemplo definitivo de crear una ficción que parezca tan verdadera que la gente se lo creyó durante un tiempo. Aquello demostró la validez de mi planteamiento. Se trata de seducir al lector y provocar la suspensión de incredulidad. Si te atrapa una novela, si la lees como si fuese una historia de personas reales en el mundo real, te proporciona un placer de una gran intensidad. Es un tipo de novela que a mí me gusta leer y que intento escribir, pero no tengo una agenda oculta o estoy intentando hacer un manifiesto acerca de que la ficción es más poderosa que los hechos.
-Como se ha podido ver en la campaña del «brexit»
-Sí, exacto [risas]. No me dé cuerda con ese tema. Con el brexit la gente ha elegido creer en una fantasía y hemos tenido que pagar un precio muy alto.
«La vida de los espías es como la nuestra pero exagerada»
La verosimilitud que caracteriza las novelas de Boyd se apoya en buena medida sobre los detalles minuciosos con los que construye sus personajes. «Hay una inspiración inicial en la que percibes un leve resplandor del personaje. Cuando tengo esa impresión primera empiezo un cuestionario sobre cómo es de alto, cuál es su color de ojos, qué le gusta desayunar. Y poco a poco vas recopilando un dosier muy detallado sobre el personaje, con el que acabas manteniendo una relación muy íntima. Cuando llega el momento de escribir su vida, su historia, tienes a mano toda esa información, son como personajes de carne y hueso», describe.
-¿Y cuando tiene que escribir sobre un personaje tan conocido y connotado como James Bond, como en su novela «Solo»? ¿Cambia su método de creación?
-Una de las primeras decisiones que tomé fue olvidarme completamente de las películas, que están muy lejos del original, y volver a las novelas de Fleming. Las leí en orden cronológico y fui tomando notas. Una de mis ambiciones era crear un retrato de Bond. En mi novela todo se percibe desde su punto de vista, algo que no ocurre en todas las novelas de Fleming. Pero mi novela tiene sus raíces en él. Cosas como que a Bond no le gusta volar. O que no es inglés, sino que es medio escocés, medio suizo. Que la escuela a la que asistió está en Edimburgo. Sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial. Al final de Solo tienes una imagen muy clara de Bond a los 45 años. Fue parte del placer de escribirlo.
-¿Graham Greene es la medida del escritor que recurre a la novela de espías para investigar lo que nos hace humanos?
-Bueno, creo que es una tradición muy británica que grandes escritores hayan escrito novelas de espías. Se remonta hasta Conrad, que quizá escribió la primera novela del género. Y tienes a John Buchan, Somerset Maughan, Graham Greene, Anthony Burgess o Muriel Spark. John Le Carré hizo que el género tuviese una respetabilidad literaria. Lo que me atrajo de estas novelas es que la vida del espía es nuestra vida amplificada, exagerada, y aspectos que son clave en la novela como la traición, la duplicidad, las dobles vidas, la culpa, todo eso forma parte de nuestras vidas. Todos mentimos, aparentamos ser otras personas, y eso explica la fascinación por el género.
-Se da además la curiosidad de que usted también ha trabajado en el cine con tres de los actores que han interpretado a Bond, Daniel Craig, Sean Connery y Pierce Brosnan. ¿Le han comentado algo sobre su libro?
-No, no he hablado con ellos. Solo con Daniel Craig antes de que consiguiese el trabajo. Lo he visto después, se preguntaba si debía hacerlo o no. En mi experiencia de trabajar con ellos no creo que les guste hablar demasiado ello. El público los tiene tan asociados a ese mundo, a ese personaje en concreto, que les resulta bastante irritante que les preguntes por qué llevabas ese traje en Vive y deja morir. No es un tema que saques voluntariamente. No creo que ninguno haya leído mi novela sobre Bond, pero no deja de ser una coincidencia divertida. Ian Fleming es un personaje en mi novela Any Human Heart [Las aventuras de un hombre cualquiera] y por eso creo que la familia me lo pidió, podías ver que estaba bastante interesado en él.
-Esa novela que cita está narrada en forma de diario y creo que usted también lleva uno. ¿Tiene intención de publicarlo algún día?
-No creo. Ahora mismo es un documento muy voluminoso. Lo empecé a los 18, aunque tiene lagunas. Son las interioridades de la vida de un escritor, un recordatorio para mí, porque te olvidas tanto de tu pasado tan rápido. He publicado fragmentos y de vez en cuando lo consulto o extraigo citas para un artículo, pero nunca se llegará a publicar como un diario mientras viva, eso seguro. Es un buen registro de mi vida. Por ejemplo, mi editor francés me robó todo el dinero en los años 80 y lo demandé y como tenía todas las fechas y las promesas anotadas el diario me resultó fundamental. Es una herramienta fantástica, pero solo para una persona, que soy yo.