Abel Ferrara habla del confinamiento bajo la sombra de Trump en «Sportin' Life»

José Luis Losa VENECIA / E. LA VOZ

CULTURA

Ferrara posa en Venecia con su mujer, la actriz moldava Cristina Chiriac, y su hija Anna, durante la presentación del filme «Sportin' Life»
Ferrara posa en Venecia con su mujer, la actriz moldava Cristina Chiriac, y su hija Anna, durante la presentación del filme «Sportin' Life» CLAUDIO ONORATI | EFE

«The World to Come», de Mona Fastvold, aborda otra cárcel, la de una pasión lésbica castigada, en la América Profunda del siglo XIX

07 sep 2020 . Actualizado a las 16:33 h.

Abel Ferrara llegaba a Venecia para recibir el tributo de la Mostra a su carrera. Y lo que se traía bajo el brazo, un documental producido por la Fundacion Ives Saint Laurent tenía pinta de poca cosa. Nunca te fíes de las apariencias con Ferrara. Sportin' Life adopta forma de un diario íntimo de sus últimos meses: recoge su paso en febrero por la Berlinale, con la salvaje, aterradora Siberia como un preanunciamiento apocalíptico proyectado allí una semana antes de que Italia entrase en el confinamiento y el mundo, tal y como lo entendemos, se transformase. En esos 68 minutos, el cineasta nos introduce en su relación de fraternidad con Willem Dafoe, ya uno más de su nueva familia. Junto a la mujer y la pequeña hija de Ferrara asistimos a su cuarentena doméstica Y a New York o Roma desiertas.

En un torrente de chispazos como caleidoscopio preclaro, por la pantalla pasan Trump y su negacionismo de Cantinflas pelirrojo, Francisco ante un Vaticano de horror vacui, Bush hijo como una Casandra que hubiese previsto la pandemia y no el 11-S, Alexandria Ocasio-Cortez clamando por la criminógena gestión de la crisis en su país. E imágenes de filmes notorios de Ferrara. Quién podría superar a este autor de humanidades autoinmoladas para coleccionar secuencias del fin del mundo como las de Last Days On Earth, Teniente Corrupto o Mary. Quién mejor que el vampiro Christopher Walken de The Addiction para citar a Nietzsche y recordarnos que si nosotros miramos al abismo, desde el abismo también alguien nos mira.

La estimable The World to Come, de Mona Fastvold, relata otro encierro. El del amor entre dos mujeres, esposas de granjeros -uno de ellos Cassey Affleck- en la nevada Costa Este norteamericana de mediados del XIX. Así como la homosexualidad, mucho antes de Brokeback Mountain, está asumida como subtexto normativo del western, embozado de amistad, el lesbianismo semeja tabú en la epopeya de la colonización. Mona Fastvold estructura The World to Come como otro diario de un confinamiento. El de las tempestades de nieve que aíslan y distancian a Vannesa Kirby y Katherine Waterston, como si el miedo ambiental no obstaculizase ya esta pasión que nace en medio de la nada y reflota el sentido de la vida de estas dos mujeres que se redescubren y se resignifican en una cabaña que acoge su descubrimiento del fuego mientras el mundo afuera anuncia glaciación.

También en concurso me resulta insultante la vacuidad de Miss Marx. Sussana Nichiarelli se sirve con oportunismo atroz de la vida de la hija más joven del filósofo para castigarnos con un academicismo epidérmico y vender el anacronismo atroz de que la joven chica Marx y termine bramando una pieza punk. A ver si cuela el falso feminismo como mercancía de matute. Y luego está la iraní Hijos del sol, que quiere denunciar la explotación infantil en un filme que tiene el nivel de Antonio Mercero dirigiendo a los Parchís.