Los gallegos Gonzalo Recio y Héctor Domínguez-Viguera presentan el documental «Tierra de leche y miel»
25 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.De repente cayó sobre la Seminci el toque de queda decretado en Castilla y León, obligando a reencajar los horarios de tarde-noche y dejar desangelado el teatro Carrión en el pase de Nieva en Benidorm, de Isabel Coixet, que este sábado inauguró la 65.ª edición del certamen, con los aforos al 30 %, pero con más de 150 títulos en cartel reivindicando el buen cine de autor, que de eso va el segundo festival más antiguo del panorama español.
Coixet llega con producción de El Deseo de los Almodóvar, tirando de guion propio en torno a un prejubilado de Manchester -omnipresente Timothy Spall- que se acerca a Benidorm al no tener noticias de su hermano. La búsqueda será la coartada para oscilar entre el drama y el thriller, con algunos toques costumbristas vinculados al atractivo turístico de la ciudad, aspecto a ratos irritante, tanto como su saturante música. Al tiempo que evoluciona ese solterón gris y tristón, asoman varios retratos femeninos de buen trazo -Sarita Choudhury, Ana Torrent y Carmen Machi- en un conjunto con buenos momentos junto a otros que ni frío ni calor, sin descartar que esa sensación también se deba a la mascarilla y a la tristeza ambiental.
En la sección DOC_España se presentó el documental Tierra de leche y miel, de los ourensanos Gonzalo Recio y Héctor Domínguez-Viguera, codirectores junto a Carlos Mora Fuentes, después de haber participado para su gestación en laboratorios internacionales como Thessaloniki Documentary Festival: Agora Docs in Progress, DocSalon del European Film Market (Berlinale), y el Coming Soon del Play-Doc de Tui, entre otros. Es un retrato colectivo en torno a las consecuencias de los conflictos bélicos en la antigua Yugoslavia y en Abjasia, con el más reciente de Siria y sus refugiados en Grecia, utilizando una narrativa muy querida a la llamada no-ficción, de planos y silencios largos, también imágenes de archivo, al tiempo que meten la cámara en el día a día de varias víctimas y desplazados. Sus autores convivieron con ellos para ganarse su confianza y reflejar toda la carga emocional de su drama en la pantalla, algo que transmiten con fuerza sin olvidar lo que tiene de denuncia.