De cuando Xoel rompió el cordón umbilical con Deluxe

CULTURA

Chema Ríos

Llega a las librerías «Atlántico. El disco de la libertad de Xoel López», una incursión del periodista Javier Becerra en el que fue el gran punto de inflexión de la carrera del artista coruñés

03 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo fácil —y lo cómodo, también lo más sensato— hubiese sido abrazar el éxito del que gozaba en el 2009, con Deluxe colgando el cartel de sold out en las grandes salas de la capital, ponerse cómodo y disfrutar de los aplausos del público, de los halagos de la crítica. Pero algo hizo crac en la cabeza de Xoel López (A Coruña, 1977) y antes de caer —el batacazo entonces parecía improbable, pero con el tiempo todos sus coetáneos acabaron acusando la crisis del 2008—, decidió tirarse él mismo. En lo más alto —Que no, convertido en himno—, el coruñés hizo las maletas y se largó a Buenos Aires, a vivir aquello, a cambiar de ambiente. Volvió tres años después con Atlántico, un disco que nada tenía que ver con lo que había hecho hasta entonces y que fue recibido con tibieza y no poca decepción a este lado del charco. «No fue bien entendido», resuelve Javier Becerra, periodista musical y autor de Atlántico. El disco de la libertad de Xoel López (Hércules de Ediciones), un cuidado volumen hilado con testimonios y documentos gráficos inéditos —cedidos por Lola G. Garrido— en el que ausculta el que fue el gran punto de inflexión del coruñés. Hoy llega a las librerías.

Con el reposo que dan los años, hecha la digestión con calma, la perspectiva concluye que no solo aquel arriesgado movimiento de poner kilómetros por medio y empacharse de otra cultura, hermana pero ajena, fue una decisión inteligente, sino además que resultaba necesario el paso, tanto para el artista como para la obra. La oxigenación lo cambió todo. Hoy Xoel es un nombre propio en sí mismo, roto el cordón umbilical con Deluxe, un proceso con unas razones y unas consecuencias sobre las que ahora, diez años después, se abre en canal con todo lujo de detalles.

Xoel López y Javier Becerra se pasaron charlando todo el verano del 2020. Quedaban por las mañanas, y hablaban y hablaban. De esas conversaciones y del intercambio de impresiones con miembros de la escena musical que, con el ojo bien entrenado, sí acogieron Atlántico con entusiasmo —Jorge Drexler, Nacho Vegas, Bunbury, Guille Galván, Zahara...— nació este volumen, «un acto de justicia», dice su autor. La suya fue una reacción a contracorriente: en lugar de apartar al Xoel que se entregó a los ritmos latinos, el arriesgado volantazo despertó en él tal interés que, a riesgo de inmolarse frente al quejido de la masa, se alzó como firme defensor de su propuesta. El tiempo se puso de su parte: Atlántico ha envejecido como pocos trabajos. «Fue toda una sorpresa, me fascinó —recuerda ahora—. Se convirtió, además, en la banda sonora del cambio más importante en mi vida, el nacimiento de mi hija. Es un álbum luz, de abrirse a la vida y a la belleza, sin estridencias ni extremos. Un disco así te hace ser mejor persona».

¿Por qué Xoel se fue a América, qué encontró allí? Aires nuevos; ritmos, estímulos, acentos, imágenes distintas que el hacedor de canciones absorbió con curiosidad desatada y una ingenuidad que convirtió en fuerza de creación. ¿De dónde nacen cada una de estas canciones? ¿De qué hablan, qué historias hay detrás? Cuando el coruñés se soltó del todo, emergió una historia «aún más bonita» de lo que Becerra había intuido. «Entre hacer lo que los demás quieren que hagas y hacer lo que tú deseas, provocando un choque violento, hay un camino intermedio muy poco transitado, que es el de Atlántico —reflexiona—. Y eso vale para la música, pero también para la vida».