Mark no tenía la intención de seguir los pasos de su padre, Kurt Vonnegut, autor de aclamadas obras como Matadero cinco o La cruzada de los inocentes. Pero el paterno influjo pacifista y contracultural con dosis de sátira hiperbólica se quedó grabado en su estilo cuando, años después de perder la cabeza por los alucinógenos y fundar una comuna jipi en un silvestre lugar de Canadá, decidió escribir un libro, el único, sobre aquellas experiencias, un testimonio honesto y apasionante.
Expreso al paraíso. Memoria de una locura —que fue publicado en 1975 y ahora lo rescata en castellano el sello Libros del Kultrum— comienza como una aventura jipi de un joven pudiente y con un padre famoso, con influjos del Thoreau de Walden —«era una vida fenomenal. No me importaban las incomodidades», escribe—, pero aborda, en realidad, la confrontación del autor con la esquizofrenia que padecía y para la que tenía cierta predisposición genética. «Una de las partes más difíciles de lidiar con la esquizofrenia es pensar que pueda existir semejante horror», escribe ya al final Mark Vonnegut (Chicago, 1947), quien llegará a superar su condición mental y convertirse en doctor.
Pero antes de la sabiduría está la locura. Con apenas 21 años, rebelado contra todo, la familia, la educación, la sociedad, la posibilidad del reclutamiento para la guerra de Vietnam, decidió huir, ayudado por las drogas y hasta caer en la enajenación. «El mundo se había puesto muy raro. Las cosas zumbaban y giraban a mi alrededor a gran velocidad y en completo desconcierto. Luego, de repente, todo se detenía [...]. Todo se ahogaba en el frenético batir de las alas alrededor de mi cabeza». Con 22 años, Mark terminó en el Hollywood Hospital, especializado en adictos al LSD.
Ahí estaba Kurt, a su lado, pope de la contracultura, tratando quizás de salvar su obra más importante. Para una reedición de este libro, hace dos decenios, el padre recordó aquella época, y atribuyó la recuperación de Mark a la «suerte».
Se trata de un interesante relato que sigue una estela de obras emblemáticas, como Ponche de ácido lisérgico, de Tom Wolfe; Alguien voló sobre el nido del cuco, de Ken Kesey; o Yonqui, de William Burroughs. Aunque con final feliz. Mark regresó a la universidad y cursó estudios de Medicina en Harvard. Lleva más de veinte años ejerciendo como pediatra, con consulta propia en Boston.