Los estribillos eufóricos de Leiva triunfan en O Son do Camiño

CULTURA

Paco Rodríguez

El madrileño hizo valer su grandes éxitos imbatible en la primera jornada del festival e hizo emotivas visitas al repertorio de Pereza

16 jun 2023 . Actualizado a las 12:53 h.

Después del huracán de juventud de Eladio Carrión —¡qué público, qué baile, qué fiesta!— llegó el pop-rock clásico a O Son Do Camiño, en ese zigzag estilístico que es seña de identidad del festival. . Aún con el regusto de la síncopa reguetonera, los graves sísmicos y las bocinas, su música sonaba con un brillo especial. Casi de disco de vinilo. Casi de otra época. Con formación clásica de rock expansivo a lo Springsteen —con vientos, corista y teclados— se plantó en el escenario y todo explotó. Pero de todo modo. Los aires western de Sincericidio y su invocación a tirarse al vacío del amor sin paracaídas hicieron de primer toque. Pronto desplegó la clave del éxito. Esos estribillos como «te quiero cuando me destrozas /te quiero con indecisión» que generan un contagioso estado de felicidad colectiva en la audiencia.

Anoche Leiva demostró, por si hiciera falta hacerlo, que posee un grandes éxitos imbatible sobre el escenario. Que esa catarata de hits la defiende con una banda sólida y con una puesta en escena de lo más atractiva. Y que él tiene una presencia tremendamente carismática sobre el escenario. Recordando un poco a lo que sucedió el año pasado con Dani Martin — otro cuerpo aparentemente extraño en el ambiente festivalero, que arrasó— triunfó en el puzle de O Son do Camiño como artista para todos los públicos. También para ese de picoteo musical, purpurina en las mejillas y pulseras de colores.

Porque en Santiago —de Lobos a Superpoderes, pasando por la arrebatada Como si fueras a morir mañana— el músico se revalidó como lo que es. El autor de esa música de almas gemelas que cantan mirándose a los ojos con las pupilas brillantes. El creador de canciones de colegas que se abrazan y levantan el puño como quien toca con él sus estrofas. El cantante de piezas eufóricas con las que las parejas terminan besándose para prolongar la dicha sonora en sus labios. Y si a todo ello se le aplica una dosis de nostalgia, —rescatando Estrella Polar, Princesas y Lady Madrid de Pereza— lo normal es que genere un bienestar que va desde el foso a lo más alto del graderío. Exactamente lo que se vivió en O Monte do Gozo ante miles y miles de personas.