La paleta de pintor y la obra de Max Aub entran en la Caja de las Letras

Iker Cortés MADRID / COLPISA

CULTURA

Marta Sanz, García Montero y Teresa Álvarez, en la Caja de las Letras.
Marta Sanz, García Montero y Teresa Álvarez, en la Caja de las Letras. Gabriel Luengas | EUROPAPRESS

El legado del escritor descansa en una de las taquillas del Instituto Cervantes

24 jul 2023 . Actualizado a las 17:42 h.

El legado de Max Aub, una de las principales figuras de la literatura española en el exilio y que dio dimensión internacional a la Guerra Civil española, descansa desde la mañana de este lunes en la taquilla 901 de la Caja de las Letras que el Instituto Cervantes alberga en Madrid. Fue Teresa Álvarez, presidenta de la Fundación Max Aub y nieta del escritor, junto con el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, y la escritora Marta Sanz, que ejerció de testigo de honor, quien introdujo los objetos del autor en la caja, entre los que se encontraban la paleta con la que pintaba los cuadros de Jusep Torres Campalans, un pintor tan único que solo existía en su imaginación —llegó a escribir una exitosa biografía del artista ficticio que acabó siendo su obra más traducida—, hasta unos ejemplares de El Correo de Euclides que el escritor solía enviar a sus amigos y conocidos para felicitar la Navidad, pasando un ejemplar de Lira perpetua, el Proyecto de Teatro Nacional que presentó a Azaña; una primera edición de Los crímenes ejemplares, el primer número de la revista Sala de espera, un ejemplar de Vida y obra de Luis Álvarez Petreña y las primeras ediciones de títulos como La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, Diario de Djelfa o las seis novelas de la serie Campos que conformarían El laberinto mágico.

Novelista, dramaturgo, poeta y crítico español de origen francés y alemán Max Aub Mohrenwitz (París, 1903 - México D. F., 1972) fue un autor prolífico que dejó una obra llena de un humor lúcido y una certera crítica de su tiempo. Siendo un niño, su familia se trasladó a España y en los años veinte empezó a escribir teatro experimental. Preocupado desde su juventud por la realidad social y política de España se comprometió con la República y colaboró con el escritor francés André Malraux en la película sobre la Guerra Civil Sierra de Teruel (1945).

En 1942 llegó a México como exiliado, tras pasar por campos de concentración en Francia y Argelia. Allí se ganó la vida gracias al periodismo y al cine ejerciendo de autor, coautor, director y traductor de guiones. En el exilio escribió lo mejor de su obra: las seis novelas y los numerosos relatos que constituyen El laberinto mágico, otras dos grandes novelas con tema español (Las buenas intenciones y La calle de Valverde) y su obra más traducida, Jusep Torres Campalans, biografía del personaje inventado por el escritor.

Obra

Autor de innumerables cuentos y obras teatrales, varios libros de ensayos literarios y una historia de la literatura española, la censura no permitió que se publicara nada de Max Aub hasta bien entrada la década de los sesenta. Con el homenaje, se cierra el año de conmemoraciones que arrancó en julio del 2022 con motivo del 50 aniversario de su fallecimiento. y los 25 años de la constitución de la Fundación Max Aub, entidad reconocida con la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en diciembre del 2021.

Su nieta, Teresa Álvarez, se mostraba convencida este lunes de que a su abuelo le hubiese gustado el acto «por ser el instituto que lleva el nombre de su admirado Cervantes y por ser la institución que se ocupa de cuidar la lengua que eligió como propia, que tanto quiso, cuidó y se esforzó en conocer y dominar». Poco antes de mostrar los objetos que legaría a la Caja de las Letras, Álvarez dio las gracias al Instituto Cervantes «por tenerle presente con admiración, respeto y cariño y gracias por este acto de justicia que es recordarle».

Una idea esta de la que ya habló García Montero en una intervención inicial que comenzó con una cita al escritor: «Porque se escribe para quedar y si no se consigue, nada tiene sentido. Podría vivir con solo vivir, sin embargo escribo, paso la vida pensando qué escribir para quedar». Decía el director del Instituto Cervantes que en aquellas reflexiones «no había vanidad ninguna, lo que había era conciencia de la historia y de la dignidad humana. Quedar significaba mantener la memoria, quedar es una forma de buscar arraigo y de tener un sentido digno de pertenencia».

Y fue más allá al asegurar que Aub escribió para quedar «porque en sus novelas, en sus obras de teatro, en sus diarios quiso dar testimonio de la dignidad humana y porque su yo se mezcló con la historia para representar la mirada más digna sobre la sociedad y sobre la palabra nosotros». «Fueron años muy difíciles —continuó García Montero— y lo importante, aunque todos los matices tienen su importancia, no fue vencer o ser derrotado, estar o ser desterrado, lo importante fue dar testimonio de la dignidad humana con la que debe enfrentarse cualquier azar, la ética humana». En este sentido, García Montero destacó la importancia del acto de esta mañana porque «aunque son actos humildes, tienen un valor y una significación muy emocionante. Aquí se trata de afirmar que la verdadera riqueza de un país y de una sociedad es su cultura, y se trata también que el mayor compromiso con el futuro es saber recibir las mejores herencias del pasado. Solo cancela el futuro aquel que quiere tergiversar y cancelar la memoria y por eso quiero darle las gracias a Teresa Álvarez, presidenta de la Fundación Max Aub y nieta del escritor, por hacernos posible este legado y por recibir la herencia de uno de nuestros escritores más admirados para conservar su depósito en la caja 901». Destacó, además, que con su serie Campos «recibió la herencia de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós para dejar abierto un camino por el que han seguido trabajando los escritores y novelistas españoles hasta la actualidad».

Marta Sanz es una de ellas. De hecho, incluyó en el legado su Pequeñas mujeres rojas dedicado al autor. «Quiero pensar que a Max Aub este libro al menos le hubiera interesado, no sé si gustado, pero ojalá», dijo quien aseguro que le había costado mucho «concentrar toda la gratitud» que el escritor le inspira en la dedicatoria que, finalmente, leyó a los medios de comunicación congregados: «Por Max Aub, que esta en este libro y en la resucitación de los rojos corazones con gratitud y fervor». Sanz después tuvo unas palabras que de alguna manera completaban la idea de García Montero. «Creo que los seres humanos sin memoria solamente somos opciones de consumo, solamente somos seres solitarios y perdidos en una galaxia donde construimos una aparente singularidad en función de lo que compramos o vendemos. Pero creo que ser humano es otra cosa, es ser consciente de tus genealogías, de los grupos en los que te construtyes, las comunidades a las que perteneces y creo que esa consciencia de la genealogía que nos inmuniza frente a todas las mentiras no sería posible sin el ejercidcio de la memoria y sin el ejercicio de la escritura, que condensa la buena memoria. Por eso creo que esta recuperación y reivindicación de la figura de Max Aub es absolutamente fundamental porque también creo que la Transición no fue del todo justa con su figura. Todavía estamos a tiempo de reparar estos pequeñas injusticias y olvidos y colocar en el gran lugar de la historia de la literatura española al autor de El laberinto mágico», concluyó.