El director alemán, a la batuta de la Filarmónica de Viena, devolvió este 2024 el brillo al Concierto de Año Nuevo en una de las mejores ediciones recientes
01 ene 2024 . Actualizado a las 18:26 h.La Filarmónica de Viena celebró su tradicional Concierto de Año Nuevo desde la Sala Dorada del Musikverein bajo la dirección de Christian Thielemann, que regresaba tras su debut en el 2019. Esta edición del concierto más famoso del mundo, transmitida en directo a casi un centenar de países, contó con una batuta que profundizó en el esplendor sinfónico de las piezas y se entendió a las mil maravillas con una orquesta sin rival en esta música.
Tal vez el del 2024 no sea un concierto inolvidable dentro del listado histórico; pero mejoró con mucho los de los últimos años, sobre todo gracias a un maestro que manejó con rigor a la filarmónica vienesa. Desde el principio, aportó una dirección de trazo flexible y con el imprescindible sentido del rubato, tan importante para hacer justicia a esta música. Confiando en la excelencia del conjunto, trabajó sobre la amplitud de la cuerda logrando un sonido espléndido (quedó patente en Bombones vieneses, de Johann Strauss). Sin aspavientos y visiblemente satisfecho, Thielemann dominó el estilo en un concierto sin sobresaltos en el que la filarmónica sonó con el brillo acostumbrado y sobresaliente capacidad de empaste. La extensa obertura de El maestro del bosque, de Strauss, que abría la segunda parte, arrancó aplausos espontáneos antes de su final, convirtiéndose en uno de los grandes momentos del concierto: de ella sacó Thielemann gran variedad de matices con una cuerda especialmente dúctil. También destacaron el Vals Ischl, siempre de Strauss; o Ciudadanos de Viena, de Ziehrer, expuesto con una coherencia interna incuestionable. En general fue en los valses donde Thielemann halló mejor la temperatura requerida, con tempi más bien lentos, para dejar cantar a una orquesta en estado de gracia. A las polkas (entre las que destacó la Nueva polka pizzicato) les faltó algo más de espontaneidad.
Thielemann deja siempre que la música respire y aporta el carácter bailable que debe tener: se toma las cosas con calma, sí; pero nunca pierde el sentido del ritmo. Además, tiene detalles de gran inteligencia (estupendas fermatas en varios momentos). Disfruta de lo que hace (lució sonrisa permanente, y su comunicación con el público durante la Marcha Radetzky fue de las más originales que se hayan visto) y está seguro de su concepto. Si sus lecturas pueden parecer poco imaginativas, están perfectamente calculadas, y hay que reconocerle la virtud de poner de manifiesto la esencia de esta música, que con él sonó en la mejor tradición vienesa: no es poco mérito, más en una cita en la que la presión es máxima. Hay que retroceder varios años para encontrar un Concierto de Año Nuevo con una batuta tan eficaz como la de Thielemann hoy.
No faltaron las tradicionales coreografías de danza (a cargo del italiano Davide Bombana) en espacios palaciegos para un par de números. Como mínimo originales, hicieron dialogar la tradición prusiana con una estética más o menos contemporánea alcanzando un efecto entre sorprendente que trata de alejarse de esa tradición clásica de postal sin perderla de vista.
Un aniversario y dos ausencias
Anton Bruckner, de quien en el 2024 se celebra el bicentenario del nacimiento, centró buena parte de la retransmisión. No solo por la inclusión en el programa de la orquestación (a cargo de Wolfgang Dörner) de una Cuadrilla para piano (mera anécdota dentro del programa) sino también por el largo documental que se mostró durante la pausa, con dos niños entrando a un supuesto mundo de fantasía que les descubre la figura de Bruckner a través de algunos rincones notables de su mundo: la idea no termina de cuajar; y lo más interesante fue una selección musical que mostró otras facetas de su composición más allá de sus sinfonías. Ni una mención a dos compositores italianos notables que también celebran fecha señalada en el 2024: Giacomo Puccini (centenario de su fallecimiento) y Luigi Nono (centenario de su nacimiento). No hubiese estado de más darles el lugar que merecían, como sí se hizo con Giuseppe Verdi y Richard Wagner en el 2013.
Aunque el del 2024 es de los mejores conciertos de los últimos años, el programa no deja de dar cierta sensación de repetición estilística que podría equilibrarse si se ampliasen nacionalidades, épocas y estilos, todo dentro de un orden. Se puede hacer, pero no parece que vaya a suceder.
Muti regresa en el 2025
Para el 2025, en una elección no muy imaginativa, se anuncia el regreso de un clásico como Riccardo Muti, en su séptima vez al frente del Concierto de Año Nuevo: un grande con un balance desigual en la cita vienesa.
Espléndidas la realización televisiva y la toma de sonido, y particulares los comentarios de Martín Llade, unas veces precipitados (acabó la traducción de la felicitación del maestro y la orquesta varios segundos antes de que Thielemann terminase de hablar) y otras con un sentido del humor en el que se entra o no se entra.
En esta edición hubo sabor vienés y si las lecturas no fueron demasiado imaginativas, sí resultaron muy sólidas. Veremos qué cara muestra Muti el próximo año.