Miguel Hernández, vida y poesía atravesadas por la Guerra Civil

Gracia Novás REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Miguel Hernández, leyendo su «Elegía a Ramón Sijé» el 14 de abril de 1936, el día en que dedicaron a su amigo fallecido una plaza en Orihuela.
Miguel Hernández, leyendo su «Elegía a Ramón Sijé» el 14 de abril de 1936, el día en que dedicaron a su amigo fallecido una plaza en Orihuela. SEIX BARRAL

Una antología elaborada por Elena Medel retrata al escritor combatiente

05 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«Tierno y duro pastor del otro día, / soñando por las huertas de Orihuela / una luz incesante y manadora / que te anegaba el corazón insigne, / alegrando el color del Manzanares / con tu blanca camisa, tus abarcas / y un ardor contenido de Levante, / cantando entre los tiros del Jarama / la canción española de la guerra. / No has muerto, que te han muerto entre unos muros, / asesinando el vuelo de tus pájaros, / la voz de tu garganta amordazando». Este fragmento de la Elegía en la muerte de Miguel Hernández que Francisco Giner de los Ríos escribió en México, el 18 de octubre de 1942, refleja a la perfección —como también lo hace la que le dedicó Vicente Aleixandre— el alma del autor de El rayo que no cesa, poemario de corte amoroso sobre el que, por cierto, algunos estudiosos han especulado con que podría estar secretamente inspirado en el desengaño sentimental que Hernández (Orihuela, 1910-Alicante, 1942) padeció con la pintora gallega Maruja Mallo. Ese espíritu combativo y popular que resume Giner de los Ríos en su elegía es el mismo que retrata la antología elaborada por la poeta, narradora, crítica literaria y editora cordobesa Elena Medel (1985): Libro de la guerra, que lleva a las librerías Seix Barral.

El volumen agrupa no solo poesía sino también cuentos, textos teatrales, cartas, artículos de opinión, crónicas periodísticas, intervenciones públicas, etcétera. Tan heterodoxa reunión incluye el hermoso discurso que, el 21 de agosto del 37, ofreció en el Ateneo de Alicante y en el que deploraba el asesinato de Lorca, «la pérdida más grande que sufre el pueblo de España». «Desde las ruinas de sus huesos me empuja el crimen con él cometido por los que no han sido ni serán pueblo jamás —proclama— y es su sangre, bestialmente vertida, el llamamiento más imperioso y emocionante que siento y que me arrastra hacia la guerra». Y termina, ovacionado por los asistentes: «El poeta es el soldado más herido en esta guerra de España». La antología recoge también su relato de un año de guerrilla en Galicia en los montes de Lugo y Ourense, especialmente en Valdeorras, y su elogio de la valerosa combatiente María Quiroga.

Elena Medel explica que su guía en la selección fue optar por aquellos textos que le interesaban más como lectora, «por su calidad o por su pertinencia», dibujando un arco temporal que va desde los meses anteriores al golpe de Estado del 36 al día anterior a la muerte del poeta. Con «este diálogo cronológico entre textos públicos e íntimos» trata de conjugar tres lecturas: la de la visión política del autor sobre aquel convulso momento histórico, la de «la creación entendida como militancia» y la de su biografía personal, que se amplía hacia lo colectivo. Con ello persigue mostrar la transformación que experimentaron su vida y su poesía al ser mortalmente atravesadas por la Guerra Civil.

«Recordar a Miguel Hernández, que desapareció en la oscuridad, y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor», exhortaba Pablo Neruda. Y más en unos tiempos en que Vox se permite eliminar las ayudas al premio de poesía Miguel Hernández, en Orihuela, aunque el alcalde popular las haya garantizado inmediatamente después.