Pablo Berger: «Al leer la novela gráfica se me saltaron las lágrimas. Pensé: 'Aquí hay peliculón'»

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Marta Pérez | EFE

La española «Robot Dreams» es candidata al Óscar a mejor largo animado

06 feb 2024 . Actualizado a las 22:06 h.

El cineasta Pablo Berger (Bilbao, 1963) colecciona desde hace más de veinte años cuentos infantiles sin palabras y novelas gráficas sin bocadillos. Robot Dreams, basada en la historieta homónima de Sara Varon (Chicago, 1971), es su primer filme de animación, una emotiva historia de amistad en el Nueva York de los 80 entre un perro y un robot que —no podía ser de otra manera— no intercambian una sola palabra. «No es una cinta muda —aclara Berger, que ya en Blancanieves renunció a la conversación—. Lo que no tiene son diálogos. Los personajes ríen, gritan, lloran. Tiene un diseño de sonido muy complejo; de hecho, creo que es mi película más compleja a nivel de diseño sonoro».

—¿Cómo fue escucharse entre los nominados a los Óscar?

—Un subidón. El grito que dimos aquí en Barcelona debió escucharse hasta en Galicia. Significa mucho, no solo para mí, sino para la película, sobre todo para la película, que aún está en cines. Esta nominación va a suponer que mucha más gente va a ir a verla y, sin duda, ese ya es el mayor premio para un director de cine.

—En breve pondrá rumbo a Los Ángeles.

—Así es. En cuanto termine la temporada de premios en España, tras los Goya, me trasladaré a Los Ángeles. Y a vender la película, a coger el megáfono de director y a gritar: «Pasen y vean». Queremos que todos los académicos de Hollywood se enteren, que vean Robot Dreams, porque hasta ahora la han visto solamente los de la sección de animación, que son los que votan en la primera fase. Ahora tienen que verla los 11.000 miembros de la Academia, que son los que van a votar; es ahí donde se toma la última decisión. Afortunadamente tenemos un gran padrino, que es nuestra distribuidora americana, Neon, una de las grandes; ya ganó el Óscar por Parásitos, y este año además de estar con nosotros está con Anatomía de una caída. Tiene mucha experiencia, seguiremos su plan de ataque para darnos a conocer en la industria de allí.

—¿Qué le diría a esos 11.000 académicos que se disponen a ver la película y a los espectadores que todavía no la han visto?

—Les diría: «Para mí el cine es soñar despierto, vivir la vida de los otros, así que, cuando se apaguen las luces, olvidaos de vosotros mismos y viajad en el tiempo al Nueva York de los 80, y disfrutad y tened un feliz sueño mientras veáis Robot Dreams».

—Leyó la novela gráfica de Sara Varon hace más de diez años.

—Sí, entonces me pareció fascinante, pero en ese momento no pensé en hacer una película sobre ella; simplemente se convirtió en una de mis novelas gráficas favoritas. Hice Blancanieves, hice Abracadabra y un día cualquiera, como hoy, estaba en mi oficina y la volví a sacar, la releí y, al llegar al final, me conmovió de tal manera que hasta se me saltaron las lágrimas. Al acabar, pensé, aquí tenemos un peliculón».

—¿Qué fue lo que le conmovió?

—Es una historia de amistad y de pérdida, habla de temas universales y, de alguna manera, al leerla hice mis sustituciones, me identifiqué con los protagonistas y sentí muchas emociones. Lo que quería era que al espectador le ocurriese lo mismo con la película. Al no tener diálogos, es una experiencia muy sensorial ya que la música es la protagonista. Estoy seguro de que el espectador que entre en el viaje, que sueñe despierto mientras ve Robot Dreams, va a hacer sus propias sustituciones y se va a acordar de muchos de sus seres queridos. Y precisamente de eso habla la película, de la memoria. Esto no quiere decir que solamente sea un drama, también es comedia, tiene mucho amor, incluso aventuras, es un mestizaje de género, es una muñeca rusa donde mi único objetivo era sorprender al espectador y, ya en la parte final, emocionarle.

—¿Se había imaginado alguna vez dirigiendo animación?

—Nunca, nunca, la verdad es que nunca. Me gusta la animación y es cierto que siempre estoy al día de los títulos que se van estrenando, pero la única razón de lanzarme a dirigir una película así es que me enamoré de la historia, y es una fábula fantástica protagonizada por un perro antropomórfico y su compañero de vida, un robot, con un montón de animales que se comportan como personas a su alrededor, así que, si quería contarla, solo podía hacerlo de esta manera. Si no, no hubiera podido compartirla.

«Muchos aún piensan que la animación es solo para niños»

El pasado viernes 26 de enero, Robot Dreams triunfó como mejor comedia en los Premios Feroz. Competía con Bajo terapia, Las chicas están bien, Mamacruz y Te estoy amando locamente, ninguna animada. «Gracias por no separar las categorías y reconocernos como mejor comedia y no animación», dijo Pablo Berger al recoger el galardón.

—¿Se sigue considerando la animación un género menor?

—Sin duda. Pero es que el cine de animación ni siquiera es un género. Como dijo Guillermo del Toro el año pasado al recoger el Óscar por Pinocho, la animación es un medio. Hay todavía muchos prejuicios respecto a la animación. Mi hermano mayor, que es mi mayor fan y ha venido conmigo a festivales y premios, que ha estado a mi lado en los momentos más importantes de mi vida, cuando le dije que iba a hacer esta película, me dijo: «Pero, Pablo, ¿estás seguro? A mí no me gusta la animación». Cuando la vio, salió de la proyección llorando; se me acercó, me dio un abrazo y me dijo: «Es tu mejor película». Muchos espectadores todavía piensan que la animación es para niños y no es así, es importante que se den cuenta de que hay buenas y malas películas de animación, como las hay de imagen real».

—«Blancanieves» también fue un proyecto arriesgado, sin diálogo, en blanco y negro. Y ganó diez goyas y dos premios en San Sebastián.

—La ausencia de diálogo tiene que ver con la historia del cine. Hay otros medios para contar historias donde la palabra es fundamental, como la novela o el teatro. En cambio, la revolución del cine fue la cámara, la imagen, la elipsis, los diferentes planos. Y mi período favorito son los años veinte, la época silente; Blancanieves le hacía un claro homenaje. Aquella experiencia fue maravillosa en todos los sentidos, la única dificultad fue ponerla en marcha, tardé ocho años porque nadie pensaba que se podía hacer una película muda para el público de hoy; afortunadamente, se equivocaban, sí había interés. Diez años después vuelvo a estrenar una película sin diálogos, pero muy distinta. No quería repetirme: esta es en color, con mucho sonido, también música, y de animación. De lo que estoy seguro es de que a los que les gustó Blancanieves les va a gustar Robot Dreams.