Muere Mísia, la voz díscola de la música portuguesa

antonio paniagua MADRID / COLPISA

CULTURA

Misia actuando en A Coruña en el año 1999.
Misia actuando en A Coruña en el año 1999. XOSE CASTRO

Fue la gran renovadora del fado y sufrió el rechazo de los puristas

28 jul 2024 . Actualizado a las 19:37 h.

Se ha apagado la voz de Mísia, la gran renovadora del fado y la artista que, antes que en su Portugal natal, cosechó el aplauso en tierras remotas. Mujer de vida atormentada y de claroscuros, su vida osciló entre la amargura de dos intentos de suicidio, la dicha de ser una osada en lo artístico y el coraje de apropiarse de un cancionero mestizo. De ella abominaban los puristas del fado, siempre en busca de herejías, y eso que llevó el género a los auditorios a los salones de ópera. Mísia murió el sábado en un hospital de Lisboa a los 69 años a causa de un cáncer que arrastraba desde hace años y al que finalmente ha sucumbido. «Se fue en paz, dulcemente, sin dolor, rodeada de sus amigos», dijo el escritor Richard Zimler, su amigo. Era idolatrada en Alemania, Francia, España y Japón. Nacida en Oporto (Portugal) en 1955, no fue precisamente profeta en su tierra: los portugueses la masacraron a insultos solo porque se permitió algunas heterodoxias, como abjurar de los patriarcas del género, adorar la música brasileña y entender el fado como una música radicalmente femenina. Susana María Alfonso de Aguiar, su verdadero nombre, era medio española: su madre era una bailarina catalana y su abuela trabajó en el café concierto El Molino de Barcelona, donde cultivó el teatro de variedades. Con esas credenciales no era raro en que en su casa se escuchase a Concha Piquer y los Panchos, pero también a Edith Piaf y Amalia Rodrigues, así como a compositores españoles como Manuel de Falla, Albéniz, Granados y Turina, entre otros.

Debido a esas raíces catalanas se afincó en Barcelona, donde siguió la tradición familiar y trabajó en locales del Paralelo. Entonces estaba en toda su efervescencia la moda del destape y hasta las bailarinas de danza clásica se despojaban de su ropa con la excusa más estúpida. Mujer curiosa y autodidacta, fue musa de Saramago, cuyas letras cantó, como hizo con los versos de Pessoa y las creaciones de Lobo Antunes y Ary dos Santos. De vuelta a Portugal, grabó su primer, disco, Mísia, con el que nació el Nuevo Fado, allá por 1991. Su nombre artístico es un homenaje a Maria Zofia Olga Zenajda Godebska, conocida por el sobrenombre polaco de ‘Misia', quien ejerció de modelo del pintor catalán Josep María Sert, una figura que dejó en ella una honda huella tras conocer su biografía. A lo largo de su carrera, que desarrolló duró 34 años, grabó quince discos, un caudaloso repertorio que incluye no solo fados, sino también tangos y boleros. Nada le era ajeno, nada la arredraba. En una industria poco dada a las aventuras, ella tuvo el atrevimiento de cantar los ‘lieder' de Shubert. Tampoco se asustó ante la grandeza legendaria de Camarón de la Isla, Astor Piazzolla o Stravinski.

Durante más de dos décadas años sus discos estuvieron desterrados de las tiendas de música de Portugal, donde se la consideraba la «fadista japonesa», tal era su éxito en el país nipón. Ella iba por libre, sin padrino. La eminente escritora Agustina Bessa-Luís creó para ella el poema ‘Garras dos sentidos', que dio nombre a un álbum que se vendió en 65 países. Artista de múltiples acentos, cantó en portugués, francés, napolitano, catalán y español, con piezas de artistas tan diferentes como la reina Amália Rodrigues o los cantautores españoles Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute.

Eligió mal a sus amores. Se casó con un maltratador con algo de complejo de Edipo que no soportaba su fortaleza e independencia. No paró hasta verla doblegada, cosa que no consiguió, pero de ese trance desdichado nació una mujer asidua a las consultas del psiquiatra. Dos veces intentó quitarse la vida: en una ocasión se tragó a puñados un montón de medicamentos y en otra se colgó del cuarto de baño de una estación. Podía tener la valentía de trabajar codo a codo con los grandes genios, pero la torturaba el hecho de que nadie en Portugal la respetase. Portugal era su paraíso y su cadalso.