Estrena «Oh, Canada», donde su personaje concede su última entrevista
26 dic 2024 . Actualizado a las 11:27 h.Más de 40 años llevaban Richard Gere y Paul Schrader sin colaborar. El actor y el director y guionista, nominado al Oscar por el libreto de Taxi Driver, se conocieron en American Gigolo, momento en el que iniciaron una amistad que continúa hasta nuestros días, pero que no había vuelto a plasmarse en un trabajo cinematográfico. Hasta la recientemente estrenada Oh, Canada, un complejo filme que da comienzo cuando Leo Fife, un prestigioso realizador de documentales al que da vida Gere (Filadelfia, 75 años), decide conceder una última entrevista a dos de sus más aventajados alumnos, justo cuando un cáncer está a punto de acabar con su vida.
Curiosamente, y aunque sí ha hecho labores de producción, Gere jamás se ha puesto detrás de las cámaras. «Me atrae, pero no lo suficiente. Si no, lo haría», explica desde la sala de un céntrico hotel de Madrid en el que está ofreciendo varias entrevistas para promocionar la película. «Normalmente hago películas asociándome con gente; vamos, que es muy raro que yo acepte un trabajo, pero sí que hacemos películas juntos, así que es muy difícil dividir las cosas: actor, director, productor, escritor. Todas esas cosas se mezclan cuando hago una película», continúa.
Schrader adapta la novela Los abandonos, de Russell Banks, de quien también llevó a la gran pantalla Aflicción en 1997. Es una cinta difícil, que juega con diferentes formatos —los 4:3, los 16:9, el color y el blanco y negro— para tratar de situar al espectador en las distintas etapas de la vida de un narrador, el propio Leo, errático y confuso, que salta de un punto a otro sin orden ni concierto, en una suerte de confesión no solo ante la cámara, sino también ante su esposa, encarnada por Uma Thurman, a quien dedica un relato de memoria y arrepentimiento que refleja los errores del pasado y el deseo de redención. «De alguna manera, toda la película es él pidiendo perdón a su esposa, siendo honesto y documentándolo. Está enamorado de su mujer, pero también se deja llevar por la avalancha de recuerdos, algunos de los cuales son completamente ciertos y otros son una completa ficción», detalla Gere sobre un personaje aparentemente comprometido con la paz que en su juventud se exilió a Canadá durante la guerra de Vietnam.
Cabe preguntarle cómo se prepara uno para un rol tan complejo como este. «Ayuda tener 75 años y estar avanzando ya hacia tu propia muerte», responde divertido. Lo cierto es que su padre, que vivía con él y su familia, murió a los 101 años, apenas dos meses antes de que Schrader le hiciera llegar el guion. «Yo todavía estaba haciéndome preguntas y tratando de dar sentido a la pérdida de alguien muy cercano y recordaba vivamente su deterioro físico y lo que pasaba con su mente, así que en ese sentido tenía muchas ideas que quería aportar a esto», reflexiona quien está convencido de que sus hermanos reconocerán a su padre en buena parte de su interpretación. «Aunque mi padre era un hombre maravilloso y cariñoso, no como Leo Fife», apostilla entre risas.
Desde luego un papel como este tiene que mover a la reflexión acerca de la vida y la muerte. ¿Piensa Richard Gere a menudo en ella? ¿Le da miedo? «No temo a la muerte, para nada», asegura. «Creo que deberíamos pensar en ella desde el momento en que nacemos porque todos vamos hacia allá. Nadie se escapa. Por tanto, creo que la muerte es una gran parte de la vida y creo que para darle sentido a esta tenemos que entender que es finita. Al aceptar eso, se presta mucha más atención al presente, que es de lo que habla esta película», reflexiona el actor.
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El gran seductor de películas que ya son clásicos del cine comercial
La figura de Richard Gere ha estado ligada durante años a la imagen del galán, del gran seductor al que ha dado vida en películas como Oficial y caballero (1982), Pretty Woman (1990) o Chicago (2002), clásicos atemporales de gran éxito comercial que lo convirtieron en todo un símbolo sexual durante buena parte de los ochenta, los noventa y los dos mil.
Gere, que lleva seis años casado con la publicista gallega Alejandra Silva, con la que tiene dos hijos, y con los que vive en Madrid desde hace pocos meses, no ha perdido su encanto, con ese cabello blanco y una sonrisa tan elegante como contagiosa. De todas formas, en esta ocasión se le ve en pantalla como un anciano moribundo. Tampoco parece preocuparle. «No me importan estos cambios radicales. En esta película me han envejecido, pero también rejuvenecido hasta los 40. Son cambios divertidos, estás jugando», señala.
«No pienso en estas cosas, solo interpreto personajes. No me tomo a ninguno de ellos de forma personal y tampoco leo las críticas que hacen de mi trabajo», se sincera el actor. Oh, Canada, que ya se pudo ver en el Festival de Cannes —donde estuvo nominada a mejor película— y que pasó por el Cineuropa de Santiago de Compostela, está dejando fría a la crítica. José Luis Losa, crítico de La Voz de Galicia, define la película como «desconcertante e irreconocible en su desarmante cursilería en torno a una confesión vital» teniendo en cuenta que «lleva la firma del calvinismo feroz e irredento de Schrader». El filme ya se puede ver en las principales salas de cine.