
¡Tres victorias en un solo partido! La primera, sin sorpresas, sobre Eslovenia, a la que ya veníamos derrotando de boquilla desde hace quince días. La segunda, más importante, sobre los fados, que no nos dejaban debutar con triunfo desde mediados del siglo XX. Y la tercera, la más deseada de todas, sobre Francia, que mucha grandeur y mucha Marsellesa, pero mordieron el césped delante de Senegal. Por fin dejaremos en paz a los obispos y al Tribunal Supremo, para hablar de la casta de Raúl, la serenidad de Juan Carlos Valerón, la experiencia de Fernando Hierro y los providenciales choques entre Casillas y el balón. Y esa es ¿¡si no lo digo reviento!¿ la grandeza del fútbol, la que permite abrir el telediario con un gol, en vez de hacerlo con un obispo o la crisis nuclear de Cachemira. Sólo Dios y el fútbol se pueden definir con una tautología. Si Yahvé «es el que es», como Él mismo le dijo a Moisés, también «el fútbol es fútbol», como dicen los argentinos. Y por eso la política y el fútbol se comentan al revés, ya que, si en política se da por sentado que nada es política, y todo carece de explicación, en fútbol se afirma que todo es fútbol, y todo está explicado. Y así se entiende que los comentaristas deportivos podamos escribir la crónica antes del partido, dejando una línea para el resultado. Porque, una vez admitido que «el fútbol es así», cualquier argumento explica el triunfo, la derrota o el empate. Ayer, por ejemplo, los hombres de José Antonio Camacho salieron a jugar su partido , sabiendo que eran once contra once y que los postes y el árbitro también cuentan. Por eso adoptaron una disposición triangular invertida que dió profundidad al ataque y fijó al adversario en el centro del campo, haciendo que la calidad individual definiese el resultado (3¿1). Aunque también es verdad que el juego pasó por distintas fases, provocadas por una Eslovenia que, ya en el minuto 3, dejó claro que en el fútbol «no hay rival pequeño». Lo demás se explica porque el fútbol es así, ya que esta vez hemos ganado por las mismas razones que otras veces hemos perdido. ¡Una historia!.