El equipo de Duque muestra grandes carencias y deja escapar tres nuevos puntos
10 mar 2003 . Actualizado a las 06:00 h.El Compostela mostró su peor cara ante el Getafe. El equipo que prepara Luis Ángel Duque exasperó a una afición que desde el primer momento sintió malas vibraciones en su cuerpo. A los santiagueses se le pegaron la sábanas y le pusieron el partido en bandeja a los madrileños. Demasiada apatía en el equipo blanquiazul. Tal vez exceso de responsabilidad. Durante toda la semana, jugadores y técnico se encargaron de catalogar el choque con los madrileños como una de las finales más importantes de la temporada. Tal vez eso cargó con demasiada presión a los futbolistas, que en ningún momento ofrecieron síntomas de querer ganar el encuentro. El Compos padeció el síndrome Maikel. En casa, el equipo es otro sin el delantero, pero no sirve como disculpa, pues hace una semana en el Carlos Tartiere Maikel sólo disputó un par de docenas de minutos y el equipo, sin él, realizó un gran partido, mereciendo la victoria (y por amplio margen). Frente al Getafe fallaron más cosas que Maikel. Poca sintonía con Cabarcos En primer lugar, el once de Mel compareció en San Lázaro con dos puntas, mientras que el Compostela sólo lo hizo con uno. El segundo atacante que colocó Duque sobre el rectángulo de juego fue Fidalgo, que se mueve en muy poco espacio de campo y no sintonizó nunca con Cabarcos. Además, Fabiano jugó muy retrasado. El hispano brasileño necesita estar más cerca de los delanteros. El Compostela en ningún momento fue capaz de combinar. Ni buscó el área rival con fútbol directo ni con un balompié más ajustado a sus necesidades. No utilizó las bandas y quiso hacer daño por el centro, en donde se acumularon demasiados efectivos. El equipo de Duque estuvo muy atascado y sin ideas, ante un rival bien replegado y que apenas inquietó en la primera parte. Compostela y Getafe casi no dispararon a puerta. Y así es difícil ganar un partido. Pinillos intentó sorprender desde lejos a Pindado y Egdar perdonó casi a puerta vacía. En plena crisis de juego del Compostela, Gica Craioveanu rompió la monotonía, en una acción muy protestada por los locales. El rumano batió a Óliver y empezó a cavar la tumba de los compostelanistas, que siguieron tan despistados como al principio. Ni el gol visitante despabiló a los de Duque, que continuaron con su particular siesta sobre la alfombra de San Lázaro. El Getafe se dedicó a dormir el encuentro, aunque casi despiertan de su sueño los madrileños con un zapatazo de Aguado, al que respondió Pindado con una felina y feliz intervención. Aparte de estos dos detalles, más de lo mismo sobre el rectángulo de juego durante el transcurso de una tediosa primera parte. Tras la charla del descanso, el Compostela no cambió el semblante. Ni tampoco su imagen. Siguió con su misma tozudez y desconcierto, sin que nadie lo evitase. Adriano mató el partido Si Craioveanu empezó a cavar en la primera parte la tumba blanquiazul, el brasileño Adriano se encargó de echar tierra encima para sepultar a los compostelanistas. El central se fue a la ducha nada más iniciarse el segundo período, tras soltarle un manotazo al defensa Jusué. El auxiliar lo pilló y el Compos volvió a quedarse por segunda semana consecutiva en San Lázaro en inferioridad numérica. Y otra vez sin Adriano. El defensa mató el partido. La reacción fue sorprendente. Duque sacó del campo a Fabiano, que sin estar a su nivel habitual es el único futbolista que tiene claridad en la línea de creacion. Y dejó a Fidalgo, un jugador de escaso recorrido y de muy poca aportación, tanto defensiva como ofensivamente. Superioridad numérica Con uno más sobre el rectángulo de juego, el Getafe se limitó a esperar. Y a la contra acabó con el Compos. Arruinó cualquier posibilidad de los blanquiazules. Vivar Dorado y Míchel se la jugaron a la zaga local y sentenciaron el partido. Fue entonces, con el 0-3 en el marcador, cuando Duque movió ficha. Entraron Rodri y Sequeiros y el Compos vio puerta. Marcó y jugó algo mejor. Fueron sus momentos más brillantes. Pero no sirvió para nada. Incluso Edgar volvió a perdonar en la recta final, lo que pudo ser un mayor tanteo para los visitantes. La historia más triste se escribió de nuevo en San Lázaro, en donde el Compostela sigue siendo forastero.