Los coruñeses encajaron una goleada histórica en casa frente a un adversario que explotó con eficacia el contraataque y los graves errores de los locales
23 sep 2004 . Actualizado a las 07:00 h.Media hora. Es lo que tardó el Valencia en comprender la cantidad de hilos que el Dépor llevaba colgando en su remendado traje. Corradi tiró del primero y el equipo perdió la cabeza. Di Vaio tiró del segundo y el equipo perdió el corazón. Sin cerebro ni alma, su rival lo deshilachó sin compasión. Vicente tiró de aquí..., Rufete de allá. Cada ataque levantino, un siete más en las raídas vestiduras del pelele blanquiazul. El Valencia mueve las varillas y la marioneta del Dépor baila sin control. Cada mordisco del rival desangra a los coruñeses y la trasfusión no llega. Irureta baila también al son de Ranieri. El primer cambio, con 0-4 ¿Qué estaba esperando? Y pese a todo, es cierto que la suerte torció la cara. Pero ya saben, hay que buscarla. El Dépor pone el juego. El Valencia, los goles. Tiangula Valerón a la primera con Luque, con Munitis. Dispara Sergio... A la playa de Riazor. Quizá al Orzán. Canta Marchena, que mide mal. Pandiani pierde el regalito en el regate mil. Valerón, solo a su lado. La falta de concreción cambiaría el rumbo del partido. El Dépor toca y toca al principo. El Valencia sufre. Abierto en canal, enseña las rendijas que abre la ausencia de Ayala. Vulnerable, sabe que el Dépor lo está haciendo mejor. Hasta que se ausenta. Diez minutillos, pero se va. Dos errores defensivos y todo al garete. El Deportivo pierde el norte. Se come el coco hasta la inseguridad. Sus virtudes anteriores se llenan de aristas y lo que era un buen caldo gallego acaba en un salteado a lo Kierkegaard, un descafeinado de identidad. El buen juego ya no es consuelo. Pitos para Sergio. Pitos para Luque. Se mosquea la gente. Se mosquea Scaloni. Amarilla. El experimento del argentino no funciona y el mediocampo se desinfla. Éstos no eran los cachorritos del Athletic, ¿saben? El 0-2, una losa. ¿Injusta? Es posible, pero sin remate no puede haber gol. El Valencia dio una lección de eficacia, como el Osasuna. Y el Dépor recogió de la red de Riazor ocho goles en dos partidos. ¿Inesperado? Y qué me dicen de la pretemporada. A partir de ahí, el caos. Riazor se frota los ojos. No se lo cree. El rival está reventando al Deportivo. El árbitro pita el descanso y aplaza el k.o. La reanudación, cruel, saluda a los blanquiazules con el 0-5. E Irureta, de pie, anima a los suyos con palmas. Pitos para César, pitos para Pandiani. Jabo esperaba un Valencia italianizado, y así fue. Cuando se quiso dar cuenta, el balón era del adversario. Y los coruñeses, sin jugar mal al fútbol se llevaron una paliza histórica por su fragilidad como bloque. Mónaco fue un accidente... Mal momento el martes para regresar. El batacazo se veía venir, quizá sea balsámico, tal vez incluso hacía falta. La respuesta, ante el Betis. En el aire, muchas preguntas. La primera, ¿por qué se le dio el balón a rival habiendo en el banquillo jugadores para retenerlo? Con Víctor y Fran, mejor. Y de nuevo loa al heroísmo. El del honor, de Walter Pandiani (lleva uno por partido) cuando Riazor coreaba ya los nombres de Bebeto y Makaay. Que la lección sirva para algo. Un último apunte. La actuación del árbitro fue casi tan lamentable como los saques de esquina y de falta del Dépor.