Julián Simón da a España un nuevo Mundial en 125

Juan Pablo Martín

DEPORTES

19 oct 2009 . Actualizado a las 10:58 h.

Poco después de cruzar la línea de meta y proclamarse campeón del Mundo de 125cc., paró su máquina, acercó el casco hasta el depósito de gasolina y lloró. Solo, en una esquina del trazado, Julián Simón necesitó varios minutos para asimilar lo que había conseguido. Arrancó, y un par de kilómetros después, se encontró con sus mecánicos de confianza que le condecoraron con una camiseta que lucía el número uno y con un regalo de su club de fans. Aquel que no pudo abrir en Portugal porque la ansiedad pudo con él. La caja contenía un casco con la forma de la cara de un tigre. Su animal preferido. Y es que la victoria en Australia fue la de un felino.

El de Villacañas (Toledo) había dejado escapar su presa en tierras lusas por un error, pero no estaba dispuesto a volver a cometer más. Por lo tanto fue paciente. Supo estar en su sitio hasta que la carrera se estabilizó y sacó a relucir su instinto en el momento oportuno. Le bastaba con quedar por delante de su compañero de equipo Smith y de Terol. El segundo en esta ocasión no le dio muchos problemas. El primero no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo.

Pero la experiencia acumulada por el manchego desde que comenzó su andadura en el Mundial en el 2002 tenía que servir de algo. Le costó tres años lograr su primer triunfo en el octavo de litro -Donnington Park- y, tras terminar séptimo en la clasificación general como mejor resultado, decidió pasarse a la cilindrada superior, donde no logró encontrar su sitio. Llegó de la mano de Alberto Puig y una Honda, y el segundo año pilotó una KTM donde los problemas mecánicos le aguaron la fiesta. El año pasado, precisamente en el circuito de Phillip Island, firmó con Jorge Martínez Aspar su regreso al octavo de litro con una moto oficial.

Y no se equivocó. Cuatro victorias y diez podios jalonaron su andadura y le dieron un liderato holgado. Había demostrado que tenía recursos de sobra, lo único que le faltaba era creérselo. Por eso, nada más salir optó por la prudencia. En una carrera de rebufos, con un grupo de siete pilotos en cabeza entre los que se encontraban Espargaró, Terol, Smith, Corsi, Iannone y Efrén Vázquez, había mucho lince suelto con el cuchillo entre los dientes. Rodaron juntos muchas vueltas.

Aunque lo intentaron, nadie consiguió escaparse y la incomodidad cada vez era más palpable en el grupo. A falta de seis vueltas, después de dejar que sus compañeros de viaje se pasaran y repasaran, Julián Simón entró en acción. El tigre salió a cazar su preciado trofeo y se llevó el compañero más incómodo. Smith era el único que le podía cuestionar su reinado en la selva en la que estaba se había convertido la carrera.

Mejor frenada

Ambos pilotos se fueron del resto del grupo y llegaron juntos a la última vuelta. Cuatro kilómetros para la gloria. Dejó al británico la iniciativa, lo estudió, y como sabía que él frenaba mejor, aprovechó una de las pocas curvas antes del final de meta para pasarle y tomar la ventaja suficiente como para evitar su rebufo.

Eran poco más de las 4.40 horas de la madrugada y su pueblo, Villacañas, estalló. A sus 22 años aquel chaval que perdió a su madre de pequeño y que junto a su padre y su hermano se trasladó a vivir a casa de su tía, les dio la alegría del año. Sus 9.800 habitantes, que en su mayoría viven de la fabricación de puertas y que atraviesan por una delicada situación tras la crisis del sector inmobiliario, recuperaron la sonrisa gracias a un paisano que se encontraba en las antípodas. Y Julián Simón también se acordó de ellos a la hora de los agradecimientos. Porque la gloria no puede nublar la humildad. Y él tiene mucha.