Como jugador fue ídolo y referente del Compostela más glorioso, el que militó durante cuatro temporadas en Primera División. Como entrenador, el club blanquiazul le dio la primera oportunidad hace tres años, en Preferente. Lo acompañaron los resultados, pero tardó tres meses en coger la puerta de salida de motu propio. Un día le impusieron un nombre en una convocatoria y dijo basta.
Lo cierto es que siempre tuvo una buena relación con José María Caneda. Incluso cuando protagonizó aquel episodio, en el que exculpó al presidente y achacó las injerencias a quienes definía como «sus socios».
Ahora vuelve al conjunto blanquiazul, que atraviesa una delicada situación deportiva y económica. Conoce la dificultad de la aventura y ha dejado en un segundo plano el apartado crematístico. De lo contrario, el equipo viajaría a Guijuelo sin entrenador.
Pero a Fabiano le pueden su corazón blanquiazul, el deseo de vivir el fútbol a pie de obra y ese avenimiento con Caneda, aunque ayer el presidente no estuvo en la rueda de prensa en la que el club confirmó el acuerdo.
El desembarco del técnico se concretó por la vía rápida. Cuajó a primera hora de la tarde, cumplió con el protocolo de la presentación y ya se puso el traje de faena para dirigir la primera sesión de trabajo.
Fabiano quiere trasladar al equipo la personalidad que lo acompañó siempre como jugador. Era un brillante centrocampista, un pasador de los que nunca abundan. A veces le podía el genio, porque jugaba con un punto de sobreexcitación y porque nunca encajó las derrotas con indiferencia.
Quiere implantar ese perfil en el Compos que dirige desde ayer. Y ya llega con una idea bastante clara de lo que puede dar de sí el colectivo. Asegura que va a jugar con dos puntas y que, salvo en dos puestos, tiene ya bastante claro cual va a ser su primer once inicial, el domingo en Guijuelo.