Diego es hijo y nieto de jugadores que también ganaron la Copa América
26 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.«Este título significa mucho para mí porque mi abuelo lo ganó, mi padre lo ganó y ahora lo conquisté yo. Tres generaciones se llevaron este torneo, el apellido Forlán quedará en la historia del fútbol uruguayo», explicó Diego Forlán, emocionado, tras la victoria ante Paraguay, en el Monumental de River, que significó el decimoquinto título continental para los charrúas, uno más que Argentina.
Por las venas del delantero del Atlético del Madrid fluye sangre de campeón. Se adueñó de la Copa América igual que sus antecesores. Por eso se le infló el pecho, orgulloso, cuando recordó a su clan después de marcar dos goles en la final y acabar con una alarmante sequía anotadora con la celeste. No marcaba desde la final de consolación ante Alemania en el Mundial de Sudáfrica.
En vísperas de su gran día, Diego ya había manifestado que la final sería especial por ese simbolismo familiar. «Sueño con ganarla. Será linda y emotiva. Sé que mi abuelo y mi papá fueron campeones y ahora me falta a mí. Sé que será algo histórico», explicaba el rubio delantero. Cuando Uruguay conquistó su título anterior, en 1995, él tenía 16 años y lo celebró brincando por las calles de su Montevideo natal.
Balón de Oro como mejor jugador del pasado Mundial, Diego agregó otro episodio en su gran epopeya familiar. Su padre, Pablo, un férreo marcador lateral, integró las plantillas de Peñarol, São Paolo, Cruzeiro y Defensor Sporting. Ganó cinco ligas uruguayas, una Copa Libertadores, otra Intercontinental, tres campeonatos paulistas y uno mineiro. Por encima de todo, levantó la Copa América de 1967, disputada en Montevideo. La final terminó con triunfo de Uruguay frente a Argentina (1-0) y Forlán padre fue protagonista. Llegó a competir en tres mundiales consecutivos, el de Inglaterra 66, México 70 y Alemania 74.
Celebración familiar
A sus 66 años, Pablo el Boniato Forlán sigue muy pendiente de su hijo. Recientemente, lamentó que en el Atlético no hubieran tratado como se merece a un hombre clave en la consecución de la Liga Europa y de la Supercopa de hace dos años. Horas después de que Diego anotase los dos goles que acabaron con la resistencia del Fulham en la final Hamburgo, el patriarca lo celebraba, whisky tras whisky, en un hotel modesto y periférico, alejado de las cámaras. Allí festejaban también la madre de Diego, un hermano, también futbolista, y sus dos hermanas. Alejandra, bellísima, sonreía postrada en la silla de ruedas a la que la condenó un accidente de tráfico.
Su abuelo materno -Juan Carlos Corazzo- jugó de centrocampista en Independiente y luego ganó dos Copas América como seleccionador uruguayo. La citada de 1967, con su yerno en el césped, y la de 1959, disputada en Ecuador. Diego lamenta no haber podido conversar sobre fútbol con él.
Con su doblete ante Paraguay, el Cacha alcanzó al legendario Héctor el Mago Scarone como máximo goleador celeste. Llegó a los 31 tantos en 82 partidos y superó un récord de ochenta años establecido por un campeón olímpico y mundial.
En plenos festejos, Forlán subió a su cuenta de Twitter un vídeo donde, junto a su inseparable Luis Suárez, aseguraba que en esto del fútbol, los uruguayos no tienen «dos huevos, sino tres». «La palabra campeón no tiene precio. No vale un dólar ni diez millones. Es un término sagrado, hermoso», proclamaba desde algún lugar próximo su progenitor. De casta le viene al galgo.