El argentino debutó con el Barcelona el 16 de noviembre de 2003 durante un partido amistoso en Oporto
15 nov 2013 . Actualizado a las 22:58 h.«¿Por qué no chutaste?». La primera indicación que escuchó Lionel Andrés Messi al final de su debut con el Barcelona le cuestionó su falta de egoísmo. El entonces adolescente saltó a la cancha del nuevo estadio del Oporto y superó los nervios iniciales cuando la pelota contactó con su zurda. Con 16 años, con el número 14 a la espalda, aquella noche sustituyó a Fernando Navarro, ocupó el puesto de delantero centro y se quedó a un paso del gol soñado porque a puerta vacía decidió pasar a su compañero Oriol Riera. Pero al acabar Frank Rijkaard se vio obligado a señalar la portería al pibe, quien apenas supo qué responder
Han pasado 10 años desde aquella noche en Portugal. «El 16 de noviembre de 2003 es una fecha muy importante, porque es la que me permitió realizar el sueño que tenía desde pequeño. Fue un día muy feliz », recuerda Messi en su habitual discurso breve. Una década ha permitido transformar a aquel muchacho con problemas físicos al que se trataba con hormona del crecimiento en una estrella del fútbol mundial con cuatro Balones de Oro que desde su aparente silencio ejerce su liderazgo en el vestuario del Barcelona. «Siempre fue muy introvertido, hablaba poco, pero cuando cambiaba cuando saltaba al campo», explica Oriol Riera, su entonces compañero en el Juvenil. Juan Carlos Pérez Rojo, su entrenador en este equipo, fue quien le avisó de que tendría una oportunidad en un amistoso con pocos jugadores del primer equipo porque coincidía con una semana de partidos de las selecciones. «Le dije que era un premio, que no había hecho nada pero que tenía que aprovecharlo», explica el técnico del Juvenil en el programa que le ha dedicado BarçaTV para rememorar el 16 de noviembre de 2003.
Cuando debutó sus amigos se enteraron al leer el periódico. Ahora es su 'blackberry' la que envía los mensajes clave a los elegidos. «Que sea tímido, que le cueste comunicarse, no quiere decir que no sea ambicioso, e incluso inconscientemente despótico a la hora de imponer su categoría», ha explicado Sebastián Fest, uno de los autores de Misterio Messi, el libro en que se revela el sms que presionó a Pep Guardiola para empequeñecer a su entonces compañero Zlatan Ibrahimovic. «Messi quería jugar en el medio, no de extremo, por lo que el sistema cambió de un 4-3-3 a un 4-5-1. Yo fui el jugador sacrificado y ya no dispuse de la libertad en el campo que necesito para tener éxito», descubrió Ibrahimovic sobre quien considera «el mejor jugador del mundo».
«Le cuesta moverse en las cuestiones más cotidianas»
Las revelaciones del delantero sueco son algunas de las escasas informaciones que se han descubierto sobre la hermética vida del argentino
«Le cuesta moverse en las cuestiones más cotidianas, engancharse a alguna serie. Todo lo que no sea el juego, cualquier afición que no le permita dominar el desenlace, acaba por aburrirle», ha revelado Leonardo Faccio, autor de Messi, el chico que siempre llegaba tarde.
Diez años después de aquellos minutos en Oporto es el máximo goleador de la historia del Barça y lidera el juego de un club que orbita en torno a sus gambetas, su velocidad y su capacidad para resolver ante la portería
También ha superado las dudas de sus propios compatriotas después de una época en la que se le cuestionó por no cantar el himno de Argentina
En Barcelona es intocable entre los aficionados incluso cuando presuntamente habría defraudado 4,1 millones de euros con sus derechos de imagen durante los años 2007, 2008 y 2009. La explicación está en el campo: ha sumado seis ligas, tres Ligas de Capeones, dos copas del rey, dos supercopas de Europa, dos supercopas de España y dos mundiales de clubes. «El pecho afuera de Maradona, la elegancia de Zidane, la sonrisa de Ronaldinho, la soberbia de Cristiano Ronaldo... Todos son la misma persona dentro y fuera de la cancha», describe Faccio. Diez años después de la noche de Oporto ya no lleva el 14 sino el 10. Ya no es un desconocido para sus rivales, sino el adversario más difícil vigilar. Y después de 327 con la camiseta del Barça no hay entrenador que le pregunte: «¿Por qué no chutaste?»