El fútbol, mejor con balón

José M. Fernández

DEPORTES

XOAN A. SOLER

18 ene 2016 . Actualizado a las 09:41 h.

Ni era fácil entonces ni lo sería ahora. Un recién llegado a Primera División, el Compos, en su segunda campaña en la máxima categoría, decidió apostar por un novato para el banquillo, entregar buena parte de la historia de un club en manos de un debutante. Fernando Vázquez, un entrenador forjado en el fútbol gallego: Lalín, Racing y Lugo, en Segunda B. Un físico menudo y un aire más acorde con la profesión de profesor de instituto que ejercía entonces que con la de entrenador. Sin un pasado como futbolista, Fernando Vázquez era un extraño en un mundo que sospechaba de todo aquello que desprendiera un aroma a buen gusto. Nada que ver con el aspecto rudo que se supone a un entrenador forjado en los embarrados campos de Galicia, aunque, eso sí, el runrún ya asociaba su nombre al sello por el fútbol, al cuidado de las formas y al estudio del juego. Un entrenador atípico, incapaz de abandonar el aire intelectual por más que convirtiera sus convicciones, incluso sobre asuntos tan aparentemente nimios como algún criterio arbitral, en asuntos de estado.

Discípulo de Xulio Díaz, su mentor en sus inicios, siempre se ha reconocido en las influencias de Arrigo Sacchi y Cruyff, aunque el tiempo haya modelado un pragmático que, pese a todo, nunca ha abandonado su atrevimiento, o valentía. Pero en el verano de 1995 había que tenerlo muy claro para prestarle un proyecto como el de aquel Compos que Santos había llevado a Primera y que había mantenido en la categoría en su estreno, a un debutante en Primera, por más que tuviera los 41 años que no representaba. Así que habrá que agradecerle a José María Caneda, quizá en la antípodas de todo lo que representaba Fernando Vázquez, la valentía de darle la oportunidad a un técnico que, 21 años después, con algún que otro paréntesis, sigue en activo.

El Compos de aquella primera vuelta de la campaña 95-96 asombró. Fue el mayor momento de gloria de aquel profesor que abandonó las aulas para impartir doctrina en los banquillos y de aquel modesto club que atentó contra el poderío de los grandes. Inevitablemente, el paso del tiempo acabó por agriar la convivencia con Caneda después de más de dos años de una relación de amor-odio que finalizo de forma abrupta en marzo de 1998, cuando a Fernando Vázquez se le acabó la paciencia después de, en el particular idioma de José María Caneda, tantos rifirrifis.

Las apenas dos temporadas y media de Fernando Vázquez en el Compos no dejan de ser una metáfora de toda su carrera, un péndulo interminable que a veces ha tenido más que ver con las incomprensiones del entorno que con lo que sucedía en el campo. De subcampeón de invierno a una convivencia imposible, del ascenso a la destitución...

Fernando Vázquez ha compartido banquillo con Arsenio Iglesias al frente de la selección gallega y es el único técnico que se ha sentado en el banquillo de tres equipos gallegos en Primera (Compos, Celta y Dépor). Nunca le ha temblado el pulso por apostar por la gente de la casa, una osadía por la que, como suele ocurrir en el fútbol cuando vienen mal dadas, a veces le ha pasado factura. Tras su abrupta salida del Dépor en el verano del 2014, no había encontrado acomodo en ningún banquillo, aunque su nombre se asoció al Betis, Zaragoza, Almería, Córdoba... y Mallorca, con el que emprenderá esta semana una segunda etapa.

Maltratado por las etiquetas, el ahora maduro Fernando Vázquez mantuvo en Riazor la pasión que ha guiado toda su carrera, la de un entrenador tan entregado a la causa del césped que a veces no ha acertado a entender que al fútbol también se juega sin balón. De lo que nadie le puede privar es de haber devuelto al Dépor a Primera, de firmar la mejor primera vuelta del Compos o de llevar al Celta al Europa. No es poco.