La Eurocopa sin fútbol

Xosé R. Castro

DEPORTES

11 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Días antes de la Eurocopa un visionario comentó: «Gibraltar no entró por los pelos». Y visto el nivel que ha dejado la cita continental celebrada en Francia, no le faltaba razón.

La competición fue una cadena de errores. Comenzando por el número de participantes, por el sistema de cruces que reunió a gallos por un lado y dejó un descampado por el otro.

La consecuencia fue una sucesión de pestiños balompédicos salpicados con partidos engañosos, en donde los grandes parecían coger carrerilla, pero porque jugaban demasiados solos. El ejemplo más claro lo representa España. Pletórica con Turquía, sobrada con la República Checa pero decadente cuando una selección similar se puso enfrente (Croacia e Italia).

Francia tan solo deja pinceladas de lo que pudo ser. Momentos de Hazard, píldoras de Iniesta, carrerones de Bale, goles de Griezmann y la pizarra de Conte.

Tampoco fue un canto al juego combinativo. Aquellas selecciones que mayor apego tenían por el balón hicieron las maletas más pronto que tarde. La prueba del algodón, Portugal. Cuando quería la pelota y atacaba era un coladero defensivo y cuando dio un giro al fútbol cavernario se convirtió en campeón. Ganando solo uno de los siete partidos en los 90 minutos. Por eso las prórrogas se convirtieron en animal de compañía, incluso el último día, y los penaltis en una suerte poco ensayada.

Con tan poco fútbol, la Euro de Francia pasará a la historia como la competición romántica. La que devolvió la esencia ancestral de este juego con Islandia, un país con tantos habitantes como la provincia de Ourense, que con un plan de lo más elemental tocó a las puertas del cielo.

También permanecerán en el recuerdo las lágrimas de Cristiano Ronaldo al caer lesionado en la final. Las mismas que había derramado 12 años atrás siendo un chaval cuando Grecia le arrebató la gloria en casa. ¡Grecia!, eliminada por Islas Feroe, la gran ausente.