La ourensana Felisa Muñoz sigue al detalle al mallorquín y espera que ahora vuelva al número 1
11 ago 2017 . Actualizado a las 13:26 h.Nunca es demasiado tarde para que surja una pasión y Felisa es el mejor ejemplo. Aunque cuando era joven veía algún que otro partido de Manuel Santana, su verdadera afición por el tenis la sorprendió de camino a los 90. A sus 90. El responsable no fue otro que un joven Rafael Nadal. Cuando en el 2005 se hizo con su primer grand slam, esta vecina de Ourense ya estaba pendiente del mallorquín en aquel Roland Garros. Hoy, con 100 años y medio, como le gusta resaltar -nació el 28 de diciembre de 1916 en Trasalba-, no pierde detalle de la carrera del balear. «Se sienta aquí, en su rincón de la salita, y ve todos los partidos que puede», cuenta Mariló, una de sus dos hijas. Felisa también elige este espacio para la entrevista. Como todos los jueves acudió a su sesión de peluquería. A un lado de su sillón descansan sobre una mesita el periódico y las revistas que lee cada mañana. «Le gusta estar al día de la actualidad», añade Pilar, su hija pequeña.
Aunque está un poco nerviosa al principio, Felisa se relaja cuando empezamos a hablar de tenis. «Claro que es duro. No tiene unas horas para jugar, como el fútbol. Allí hasta cuentan con 15 minutos para el descanso», explica Felisa, seguidora también del Real Madrid y, en especial, de su exguardameta Iker Casillas. «Hubo una temporada en la que dejó de ver tenis -confiesa Pilar-. Fue cuando Nadal estaba lesionado y no le iba bien. Ella se enfadaba mucho cuando escuchaba comentarios negativos sobre él. Decía: ‘¡Es el mejor y es el mejor!’». Mariló y Pilar también saben cómo picarla. Basta con mencionar a Novak Djokovic. «No me gusta cuando rompe las raquetas. Nadal no es así. Si pierde, pierde. Se conforma», exclama decidida.
Solo hay una cosa que le fastidie más que ver a Nadal perder, que lo haga frente al serbio. Contra Federer no le importa tanto. «Incluso el pobre no pudo celebrar mucho su victoria cuando le ganó y el otro empezó a llorar», recuerda Felisa. Se refiere a la final del Open de Australia del 2009. Felisa está convencida de que, por encima de la rivalidad, entre los dos hay una buena amistad.
Los años se dejan notar en su capacidad auditiva, pero no en su memoria. Se acuerda perfectamente del segundo parcial de Nadal contra el japonés Kei Nishikori en los Juegos de Río 2016. «Nadal estaba concentrado y el otro se fue al baño. Estuvo mucho tiempo», apunta Felisa. Sus hijas lo confirman: «¡Mira que se enfadó aquel día viendo el partido!». Este año las lágrimas inundaron sus ojos en dos ocasiones: en la victoria de la décima Roland Garros de Nadal y en su derrota en octavos de final contra Giller Müller en Wimbledon. Ahora Felisa está pendiente del Masters 1000 de Montreal y, si aquí no hay suerte, del ATP World Tour de Cincinnati. ¿Y si el tenista la invitase a un torneo? ¿Iría? Ante la pregunta se queda pensativa. Lo primero que responde es: «¿Y qué le podría regalar? ¿Una raqueta?» En todo caso adelanta que ahora ya no está para viajes largos. Se conformaría, eso sí, con una foto firmada. Con todo, su mayor ilusión es que vuelva a ser número uno. «Después de que todos lo dieran por terminado», subraya. Felisa también confiesa que guarda un as bajo la manga. Le rezará a San Antonio. Ahora hay que esperar a ver si sus oraciones llegan a tiempo.
Sabe imitar todos los tics del jugador español
Con lo que a ella le gusta estar al día de las noticias sobre este deporte, Felisa se queja de la poca presencia que tiene. También de que cada vez son más los torneos que solo se pueden seguir a través de canales de pago. «Creo que, más que el tenis, lo que de verdad le gusta es Nadal. Resalta siempre lo humilde que es, que mantenga a su lado al tío... ¡O que siga con la misma novia!», confiesa sonriendo su hija Pilar. «Sí - la secunda Mariló-. Ahora sabe lo que es el ojo de halcón, si está o no cerca de conseguir los puntos para ganar un set o si sirve un buen saque». Felisa, a la que también le entusiasman otros tenistas como Ferrer o Del Potro, las escucha en silencio. ¿Cómo pudo aprender los trucos del tenis ella sola? «Poquito a poco, como todo en la vida», responde.
Unos primos de Argentina incluso la querían invitar a la competición que se celebra allí. «Creo que su secreto para conservarse tan bien es que nada le es indiferente. Nada le da igual», afirma Mariló. Lo cierto es que su abuela, la madre de Felisa, ya batió antes otro récord en casa. Dosinda, que así se llamaba, murió un mes antes de cumplir los 106.
Volviendo a Nadal, que puede terminar agosto regresando al número 1 de la ATP que dejó en julio del 2014, Felisa está tan atenta que hasta sabe imitar sus famosos tics: «Coloca la toalla, así, sobre las rodillas. Se toca las orejas -dice mientras emula al mallorquín-, pone sus botellas de forma muy cuidadosa. Es muy maniático». Y, cómo no, el saque. Felisa agarra una raqueta que le dejamos con la mano izquierda.