Un partido de golf de 18 hoyos de cuatro jugadores debería durar unas cuatro horas. Sin embargo, hoy es habitual tardar cinco o más, por culpa de un juego lento que hace años no existía y que se ha convertido en un problema que no gusta a nadie en el sector. En mi opinión, la clave está en la educación del golfista, aunque también influyen factores como el diseño y la gestión de los campos.
Si en un partido de cuatro golfistas cada uno tarda 5 segundos más en ejecutar cada golpe, necesitarán 24 minutos extra para completar los 18 hoyos. Por tanto, los jugadores, novatos y veteranos, mayores y jóvenes, debemos ser conscientes de la importancia de andar a buen ritmo y evitar perder tiempo en análisis irrelevantes para ejecutar el golpe óptimo.
Para ello es vital el papel de los profesores y escuelas de golf que, además del swing, deberían enseñar las Reglas de Etiqueta, rutinas previas adecuadas para cada golpe y cómo moverse de forma ágil por el campo. El objetivo debe ser disfrutar de cada partido, más allá del resultado o pegar a la bola como los profesionales que salen en televisión, una de las fuentes de este mal.
Ben Crane, Kevin Na y Jason Day, elegidos como los más lentos en una encuesta que Sports illustrated realizó la pasada primavera a una selección de compañeros del PGA Tour, deberían mejorar su ritmo de juego para que tampoco sufran las consecuencias los espectadores de golf por televisión.
Las retransmisiones de golf son largas y el juego lento añade un incómodo tiempo extra que incrementa la probabilidad de que el espectador desvíe su atención hacia otros contenidos o le pierda la «pelea por el mando de la tele» en el hogar. Este efecto del juego lento en televisión se agrava en torneos del PGA Tour, dada la diferencia horaria con Estados Unidos, con muchos espectadores que se van a dormir sin saber quien gana porque el lunes madrugan para trabajar.
Los encargados de configurar los campos tampoco deberían contagiarse por los recorridos que se ven en televisión. El rough alto, las posiciones de bandera extremas y las barras de salida atrasadas tienen sentido en el US Open y el Campeonato de España, pero no cuando juegan la mayoría de golfistas amateurs. Una mala configuración es ideal para perjudicar el ritmo de juego y la cuenta de resultados del club, por la merma de ingresos por green fees y servicios adicionales y, lo peor de todo, porque el golfista se va con pocas ganas de volver a jugar.
Pablo Herrero es editor de Golf76.com