Cristiano Ronaldo es un futbolista exuberante. Un profesional irreprochable en el cuidado de su cuerpo, al que con trabajo y dedicación ha convertido en una espectacular máquina. Pero es un pobre ególatra infeliz que fuera de lo futbolístico carece de grandeza.
Mientras los jugadores festejaban sobre el terreno la decimotercera Copa de Europa del Real Madrid, un hito extraordinario, él hablaba más de su quinta Champions. Él, siempre él por encima de todo. Por encima del equipo, de la institución, de la afición... de todo el mundo. El día en que él no fue la estrella galáctica que más brilló. Justo cuando disputó un partido gris, impropio de su categoría. Cuando Bale fue capaz incluso de acabar con su monopolio de chilenas imposibles. Cuando, en definitiva, fue uno de los jugadores más discretos de Zidane, decidió ensombrecer el éxito de la institución para atraer los focos hacia su persona y que se vuelva a hablar de si se va, de si se queda y de todas esas cantinelas que de vez en cuando hay que aguantarle porque es muy bueno.
Resulta imposible encontrar a alguien de la dimensión de Ronaldo que dé tantas muestras de debilidad y de insatisfacción. De las cuatro finales ganadas por los blancos en los últimos cinco años, Ronaldo solo disfrutó en dos. En Lisboa ante el Atlético fue irrelevante, a pesar de que festejó el cuarto tanto y de penalti como si hubiera sido el gol de su vida. Fue aquella exhibición de musculitos que posteriormente se supo estaba planificada para las cámaras. En la segunda final ante los colchoneros su partido fue nuevamente menor, pero el destino le reservó el penalti de la victoria y pudo sentirse único e inigualable. Ante la Juve fue letal con dos goles decisivos y anteayer solo exhibió un par de fogonazos. No ha sido Ronaldo quien ha ganado estas cuatro Ligas de Campeones. Ha sido un Real Madrid estratosférico que por momentos ha practicado un juego colectivo extraordinario y que por momentos ha encontrado individualidades determinantes: Ramos, el propio Bale, que ha marcado tres goles (igual que el portugués) en estos encuentros, Modric... y Ronaldo, claro.
El luso es la guinda de un equipo que ha hecho historia en el fútbol. Y alguien debería decirle que no al revés, que el Madrid no es el figurante de una historia protagonizada por él.
Quizá todo sea una estrategia económica para que Florentino le pague más dinero o le arregle (con dinero, claro) el problema con Hacienda. O puede ser que esté preocupado por si viene Neymar y le hace sombra. Quién sabe, en cualquier caso produce hartazgo que un hombre de más de treinta años parezca el repelente niño del colegio que a la mínima se lleva el balón a casa.
Afortunadamente, la nueva pataleta de Cristiano no deja de ser un asunto menor comparada con la enorme gesta del Real Madrid, una hazaña que sí que está siendo festejada por el madridismo como se merece y reconocida por el mundo del fútbol. Y ello a pesar de este pobre infeliz, incapaz de hallar satisfacción en las victorias de todos.
la decimotercera del madrid