Deportistas gallegos de élite describen cómo se alimentan y confiesan una elevada conciencia sobre los efectos que su dieta provoca en los resultados que obtienen después
07 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El rendimiento y la alimentación van de la mano. Cada vez, la conciencia es mayor. También la formación que reciben los deportistas. No todas las disciplinas exigen lo mismo. Y no todo lo que beneficia a uno sirve para que otro mejore. La mayoría de clubes y federaciones integran ya a expertos en nutrición que asesoran de forma personalizada. Cuando el futbolista Denis Suárez (Salceda, 1994) arribó al Villarreal, en el 2015, decidió meter mano a lo que se llevaba a la boca: «Antes comía de todo». Fue un nutricionista del club el que le hizo cambiar el chip. «Desde entonces sigo una misma rutina de comidas durante todo el año. Suelo desayunar zumo de naranja con tostadas de aguacate y pavo. En las comidas alterno pescados, ensaladas y carnes de pollo o conejo. Las carnes rojas las evito», cuenta el actual jugador del Barcelona. En día de partido, el menú es siempre el mismo: pasta con pollo. Para beber, agua. «Solo después de jugar, en la cena, me tomo a veces una Coca-Cola». En esas cenas, tras los encuentros en los que ha tenido algún protagonismo, son en las que Suárez se permite consumir lo que para el común ciudadano es el principal acompañante de las comidas y al que él renuncia. «Durante la temporada no como pan», reconoce.
La comida, para la atleta Ana Peleteiro (Ribeira, 1995), una de las grandes joyas del deporte gallego, llegó a convertirse en un problema. «Cuando me tocaba competir, dejaba de comer. Pasaba hambre. Comía lo mínimo para intentar rebajar el máximo de peso. Luego, tenía efecto rebote. Bajaba cuatro kilos para la prueba y, cuando volvía a comer, subía seis». Cualquier especialista se llevaría las manos a la cabeza. En su desplazamiento a Madrid, para concentrarse en la Blume, comenzó su deriva. «Venía de casa de mi madre, con una dieta cuidada y allí me volví loca. Se me fue el peso. No me privaba de una carne, un arroz con leche, una gelatina... y luego me pasaba factura. Incluso en la piel lo notaba. Me salían muchos granos».
En su propia familia advirtieron a la triplista. «Mi prima me insistía mucho. Me decía que fuera a un nutricionista. Yo pensaba, ¿dietas? No las voy a cumplir. Y pasaba de ella». Hasta que la conciencia le dijo basta el pasado noviembre. «Empecé a leer sobre la real food y di un giro radical. Dejé de comer todo tipo de ultraprocesados, azúcares saturados, harinas refinadas... ahora me fijo siempre en las etiquetas de las comidas. Antes me dejaba llevar por productos por denominarse light y no era consciente de la porquería que me llevaba a la boca. Era adicta a los refrescos, ahora solo tomo agua con gotas de limón».
Menos grasa
Con el cambio de hábitos, Peleteiro ha perdido grasa corporal y su peso no sufre drásticas oscilaciones. Su dieta se compone de hidratos, proteínas, mucha verdura, y alguna decisión fruto de sus sensaciones. «El día de competición siempre como carne con ensalada, el día que comí pescado, competí fatal». Se hace siempre su propio pan. «Con harina integral, sal, levadura y agua. A veces le echo nueces, pasas...». También sus postres. Y recita la receta de su último bizcocho casero: «Harina de espelta, un huevo, un dátil, un plátano y uvas pasas». En su mesa, parcece, ya no hay vuelta atrás. «No es por moda, ni siquiera pensando solo en competir, es por salud a largo plazo», confiesa.
Si algunos apuestan por las rutinas alimentarias, al triatleta Uxío Abuín (Dodro, 1991) le cuesta seguirlas. «Si tomo siempre lo mismo, me aburriría. Tengo que variar. La comida me gusta mucho y me encanta probar de todo. También cenar fuera. Y no me privo de tomarme una hamburguesa o una pizza», admite. «Intento no obsesionarme. Eso sí, cuando tengo alguna competición cerca, me toca afinar. Cuidarme más». Y en lo primero que mete la tijera es en su mayor debilidad. «El dulce me tira mucho, los postres me pierden, el chocolate... es de lo que más me cuesta prescindir». Al que no le duele renunciar es al azúcar de los refrescos. «No me gustan, así que ese problema no lo tengo. Bebo agua siempre o alguna bebida isotónica».
La disciplina se torna imprescindible con cada carrera. Ahí, el menú, se restringe para Abuin. «Desayuno bebidas vegetales con avena o muesli y le añado alguna proteína». A la hora de comer, mantiene también una rutina: «De primero siempre pasta, arroz, verdura o patata cocida. De segundo, normalmente carne. Y luego fruta». Para la cena se reserva el pescado: «Un poco de atún con queso fresco».
Costumbres desde la niñez
El queso es el mayor vicio de Tamara Abalde (Vigo, 1989). «Me gustan mucho, me pierden. De todos los tamaños, formas y colores. Lo mío no son los dulces (se ríe)». La jugadora del Valencia Basket no esconde que se cuida. «Desde pequeña, en casa, me he educado así. Con la selección tenemos un nutricionista, que nos aconseja un poco. Le conté cuáles son mis hábitos y no he tenido que cambiar ninguno».
Tras levantarse, Abalde desayuna avena, plátano, miel, o unas tostadas de pan de semillas con tomate y aceite. Su dieta se prepara sobre todo al horno, cocida o a la plancha. «Sobre todo pescado. No soy muy amiga de la carne, el pollo es lo que más como. Mucha pasta, arroz, quinoa... también verduras, aunque suelo prescindir de ellas cuando tengo partido». ¿El motivo? Reconoce que le cuesta completar la digestión. «Trato de comer con bastante antelación antes de entrenar o de competir. Cuando no lo hago, me siento muy pesada luego. Pero no cambio nada el día de partido».