A golpe de récord, el americano manda en Bethpage rumbo a su cuarto grande
19 may 2019 . Actualizado a las 10:41 h.El del 2019 ya será, pase lo que pase, el Campeonato de la PGA de Brooks Koepka. Si gana, porque su victoria le situará en primerísima línea, no ya del golf actual, sino para marcar una época; y si pierde, porque junto al nombre del vencedor siempre figurará el del jugador que dominó las tres primeras jornadas y que permitió la reacción del campeón. El jugador norteamericano defiende el título en Bethpage (Long Island) con la seguridad de los elegidos. Al menos así lo hacía hasta que, al cierre de esta edición, lideraba ayer el torneo con un resultado de -13 con cinco calles por jugar y seis golpes de ventaja sobre el norteamericano Luke List y ocho sobre el también estadounidense Dustin Johnson. Avanzaba Koepka, musculoso, confiado, dominante, a golpe de récord: mejor marca en la historia del campo neoyorquino tras 18 hoyos, mejor resultado de cualquier grande después de 36... Hoy perseguirá un cierre redondo (Movistar Golf, 20.00)
El golf vivió un inestable período de entreguerras entre el penúltimo grand slam de Tiger Woods, el US Open del 2008, y su épico triunfo en el último Masters de Augusta. El ránking mundial, que había tenido 12 líderes entre 1986 y el 2008, saludó otros 11 nuevos números uno en las 11 siguientes temporadas. La espiral de problemas del gran tirano del golf del siglo XXI propició la insurrección de jugadores y jugadores que habían estado sometidos por el Tigre. Así que su letargo alumbró varios intentos de agitar la nobleza del golf. Por citar solo a los dos jugadores que se propusieron mandar con más credibilidad, habría que recordar la refrescante aparición de un norirlandés espontáneo y valiente como Rory McIlroy y el terremoto sacudido por la frialdad y la precisión geométrica de Jordan Spieth en los greenes. Pero desde el 2016 surge otro nombre que, por su irrupción tardía y por un rendimiento durante el año muy por debajo del que le guiaba en los grandes, llegó como de puntillas. Ese es Brooks Koepka, que no ganó su primer major hasta los 27 años, lejos de la precocidad de otros fenómenos. Ahora toca recapitular. Y comprobar su descomunal rendimiento desde el PGA del 2016. Cuando ayer inició su tercera ronda en Bethpage, Koepka acumulaba tres títulos (el US Open del 2017 y 2018 y el PGA del 2018) y, además, desde aquel final del 2016 totalizaba un resultado en todos los majors de 67 golpes bajo par. En esa clasificación concreta le seguían Rickie Fowler y Jordan Spieth con un parcial de -42.
De vuelta al presente, al PGA de Nueva York, basta con apuntar que Koepka jugó como si nada hubiese en juego, o como si todo estuviese tan controlado que se pudiese permitir una estrategia valiente y un juego agresivo. Entre un green y el siguiente tee, disfrutaba chocando las manos con el público. Todo encajaba, tocaba disfrutar del momento. Firmó otro par de birdies (en el 2 y el 5), muy cerca de su media en las dos primeras jornadas, y abrió algo la pelea con bogeys en el 10 y en el 11.
¿Y por detrás? Muy poco. Spieth, que partía a siete golpes del líder, pareció encogido al lado de Koepka, despistado ante su festival, como le había sucedido durante el jueves y el viernes a sus anteriores compañeros de partido, Tiger Woods y Francesco Molinari. Tampoco Adam Scott, que abría el sábado a siete golpes del hombre del torneo. El domingo cerrará el titular. El PGA de Koepka para bien o para mal.