Tres récords muy diferentes

DEPORTES

LISI NIESNER | REUTERS

14 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue como una nueva llegada a la Luna. Eliud Kipchoge rompiendo la barrera de las dos horas en maratón. Volando. Con la mejor alfombra de la historia. Pero volando. Un espectáculo en todos los sentidos de la palabra. Para bien y para mal. Porque, por momentos, Kipchoge parecía despojado de su condición humana. Como si fuera una especie de hombre biónico, un atleta con un exoesqueleto gigantesco, ayudado de rectas, clones, un coche, luces de colores... Como en una de esas películas futuristas de Will Smith.

La marca quita el aliento. Por todo lo que supone derribar un muro tan grande y evidente, rebajar un número tan redondo, cruzar una frontera tan limpia y clara. Ahí está la enorme repercusión alcanzada, a la altura solo de ciertas batallas futbolísticas, de esas que engullen todo lo demás. Es cierto que las hazañas precocinadas pierden la frescura. Tienen una factura de laboratorio, olor a maquinaria perfectamente engrasada, brillante acabado industrial. Pero esta ha sido como un tsunami que ha restado fuerza a olas posteriores. Como la de su compatriota Brigid Kosgei, que batió un día después en Chicago el récord femenino de maratón. Fue la primera vez que una mujer consiguió bajar de las 2 horas y 15 minutos. Lo curioso es que parece una simple anécdota ante el registro de Kipchoge, aunque este último no esté homologado. Kosgei, brillante actriz secundaria.

Resucita la película cuando aparece en la pantalla, pero el protagonista es otro. Incluso es como si la resaca de la actuación del keniano en Viena hubiera apagado los ecos de la heroicidad de la estadounidense Simone Biles, que se acaba de convertir en la gimnasta más laureada de todos los tiempos y que reinventa su deporte con elementos que nunca antes nadie se había atrevido a ejecutar sobre un tapiz o cualquier otra superficie. Biles ha hecho historia. Aunque seguramente se medirá mejor la dimensión de esta deportista un poco tarde, con el paso de los años, cuando pocos recuerden que desplazó a Vitaly Scherbo de la cumbre el mismo fin de semana en el que Kipchoge tomó Viena arropado por un ejército.