l punto de partida no es el que están planteando los deportistas. Si su vuelta a la competición con o sin mascarilla es más o menos idónea. Lo principal aquí es la enfermedad. Por lo menos para los médicos. Estamos delante de una enfermedad extraordinariamente contagiosa, que tenemos descontrolada, y que tiene un cuadro clínico en muchos casos con una mortalidad elevada y con secuelas gravísimas, también en deportistas, cuidado, que lo han padecido de una forma asintomática. Concretamente, miocardiopatía y fibrosis pulmonar. No estamos hablando de bromas. Y ese es el punto de partida real, que se debe tomar en consideración para tomar medidas desde el punto de vista de la salud. Nosotros somos médicos y tenemos la obligación moral y legal de plantear esas medidas de protección que consideramos que sean oportunas en todo momento. Y eso es lo que estamos haciendo. O todos ponemos algo de nuestra parte, o esto no lo vamos a poder controlar.
El deporte tiene dos condicionantes que lo convierten en desfavorable para el control de la pandemia. El primero es la ventilación, el aire que moviliza una persona en esfuerzo que es extraordinariamente superior a quien está en reposo [de 5 a 200 litros de aire, según los casos]. Con lo cual, en un espacio cerrado, 20 deportistas entrenando durante un par de horas suponen miles de litros de aire recirculando. Si hay la mala suerte de que una está infectada, hay un alto porcentaje de riesgo de contagio. El segundo factor que afecta al deporte es el contacto. Disciplinas de equipo, de combate, de raqueta y otros suponen que haya un contacto que no se puede controlar.
Luego, hay dos factores importantes que requieren un control a través de medidas de protección. Y eso es lo que proponemos los médicos. El uso de la mascarilla no es peligroso. Y no hay más que debatir al respecto. No hay ningún estudio que informe de lo contrario. Esta forma de protección no es nueva, se lleva utilizando en muchas profesiones desde hace tiempo. También en el médico, en donde una persona está con ella puesta durante toda la jornada laboral y no hay incidencia alguna desde su aparición hace cien o doscientos años. Así que eso que se está comentando de que es perjudicial es literalmente falso. Otra cosa es que no guste llevarla, que resulte molesta, eso es diferente.
¿Sería recomendable no jugar? Esa no es una decisión médica. Nosotros hablamos con los datos que conocemos. La situación ideal es que cada uno de nosotros nos metiéramos en una burbuja y eso no se puede hacer. La decisión de no competir es razonable, beneficioso para el control de la transmisión de la enfermedad ,y también prudente, el hecho de esperar a ver qué pasa en los próximos meses. Pero lo que es seguro es que si se practica deporte hay que hacerlo con medidas de protección importantes, como es este caso de la mascarilla. Su uso no afecta al rendimiento. Tenemos estudios que demuestran que en esfuerzo máximo se mantienen parámetros como la frecuencia cardíaca o el intercambio de gases. Y el esfuerzo máximo no está siempre presente en el deporte. En fútbol, por ejemplo, solo aparece en un esprint. Normalmente están en medios o moderados.
Pedro Manonelles es el presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte.