La ex gimnasta y profesora de la Universidade de A Coruña rememora las desavenencias con la federación que la llevaron a pasar cinco años en Canadá
15 ene 2021 . Actualizado a las 13:05 h.En cierto modo comunica la misma contradictoria impresión de fragilidad y fortaleza que cuando brincaba por el Pauley Pavilion de Los Ángeles. Desde entonces, desde aquel minuto y medio más largo de su vida, Marta Bobo (Ourense, 1966) ha dado, literalmente, algunas vueltas al mundo. Y, pese a ello, aún le amarga el trato que le dieron los gerifaltes deportivos.
-Nació en Ourense, ¿a qué se dedicaban sus padres?
-Mi padre era agente comercial, relacionado con el textil. Y mi madre trabajaba en casa, que no era poco, porque tuvo que criar a cinco hijas.
-¡Cinco hijas!
-María, Marta, Belén, Susana y Estela. Cinco hijas en siete años.
-Serían terribles.
-Sí, las Bobo. En Baiona, donde veraneábamos, nos llamaban los patitos Bobo, porque no salíamos del agua, ja, ja.
-Pero con 12 años ya se fue a Madrid.
-Fue un gran cambio. Era tan pequeña que no me podían dejar a la residencia Blume, así que me llevaron a vivir con una señora asturiana en el barrio de Salamanca que era como mi abuelita.
-Se sentiría sola.
-Entrenábamos mucho, pero me sentí arropada por mis compañeros del colegio. Y con mis compañeras del equipo nacional compartía muchas emociones. Eran como mis hermanas.
-Y llegó 1984, año olímpico.
-Sí. Nos pidieron que dejáramos de estudiar para entrenar más intensamente. Pero bueno, nunca tuve muchos problemas con los estudios.
-¿Cuántas veces ha visto sus ejercicios de Los Ángeles?
-Pues creo que menos que otras personas. Yo me he encontrado con mis ejercicios en Facebook o en Youtube, por ejemplo, porque alguien los ha subido. Hace un par de meses vi mi ejercicio de pelota que no sabía ni que estaba grabado. Y me ha encantado volver a verlo.
-Seguro que soñó muchas veces con ellos.
-La mente humana tiene una bondad brutal. Cuando observo esos ejercicios no me reprocho nada a mí misma, los rememoro con gusto y con alegría.
-¿Cuál es su mejor recuerdo de aquellos Juegos Olímpicos?
-¡Tengo muchos! Me lo pasé genial con Romay en la ceremonia de apertura.
-Vaya pareja.
-Sí, tuvimos que esperar tanto para entrar en el estadio que nos intercambiamos las chaquetas. Pero hubo muchos momentos. Desayunamos con Carl Lewis, fuimos a Disneyland...
-Y luego un campeonato del mundo en Valladolid.
-Estaba muy motivada. Recuerdo que nos concentraron en Cádiz donde entrenábamos ocho o nueve horas diarias siete días a la semana. Luego ya fuimos a Valladolid donde estaban construyendo el pabellón. Fíjese que me acuerdo de los obreros cuando se comían aquellos bocatas de jamón, de chorizo... Se nos hacía la boca agua.
-Pero no llegó a participar.
-Yo percibía que mis ejercicios se montaban más tarde y veía cosas raras. Poco antes de la inauguración del campeonato, me estaba entrevistando Matías Prats y me dijo que yo solo iba a llevar la bandera, que estaba de suplente. Fue una decepción inolvidable. Pero lo asumí. Fue un trago más, pero me dio el impulso para hacer otras cosas.
-Canadá.
-Estuve un mes invitada y, al volver, en la federación española me dijeron que no me querían. Tenía 19 años. Así que volví a Canadá, entré en la Universidad de Toronto y seguí compitiendo, aunque fuera de concurso. Estaba muy bien allí. Me invitaron a pasar un mes y me quedé allí cinco años.
-¿Por qué volvió?
-Me ofrecieron un proyecto para hacer en Galicia un centro de alto rendimiento para gimnastas. Era como volver a casa y acepté. El proyecto empezó bien, pero pronto se quedó sin fondos. Cuando iba a volver a Canadá me ofrecieron dar clase en el Inef de A Coruña y me enamoré de la ciudad.
-La gimnasia es una disciplina exigente que forma carácter. ¿Es ahora una profesora exigente?
-Yo no hago las cosas para pasar el rato. Si dirijo una tesis por ejemplo, le digo a la persona que yo entreno para ganar; quiero una matrícula mejor que un sobresaliente. No me gusta hacer las cosas a medias. La autoexigencia es una virtud.
-Usted tiene dos hijas deportistas, ¿qué consejo les da?
-Que hagan lo que les guste. Deben encontrar la pasión en lo suyo.
-¿Celta o Deportivo?
-Me identifico con los dos. Ojalá estén los dos en lo más alto.
-Defínase en cuatro palabras.
-Apasionada, soy bastante perfeccionista, emotiva y buena persona. A estas alturas de la vida lo puedo decir.
-¿Qué tal cocina?
-Lo básico. Afortunadamente mi pareja es mejor que los de Masterchef.
-¿Con qué se divierte?
-Leer, me gusta escuchar música, el esquí... Lo estoy echando mucho en falta. Y en verano me gusta mucho la playa.
-¿Qué prefiere pedir perdón o pedir permiso?
-Yo prefiero pedir permiso para no tener que pedir perdón.
-Ha viajado y viaja mucho ¿dónde ha encontrado su lugar mágico?
-A veces hay una sensación cuando vas tu sola en el avión, en medio del espacio, ahí como suspendida... Pero mi lugar en el mundo ahora es A Coruña.
-Dígame una canción.
-The fisherman blues, de los Waterboys.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Amar.