Lo que Marcelino se trajo de su casa

DEPORTES

MARCELO DEL POZO

18 ene 2021 . Actualizado a las 00:32 h.

Cuenta Marcelino García Toral que, cuando era niño, en su casa de la pequeña aldea de Careñes, en Villaviciosa, nunca se hablaba de fútbol. Se hablaba de árboles y de camiones. Su padre, también Marcelino, los talaba y los transportaba a las fábricas papeleras del País Vasco. Con nueve años, a Marcelino lo metieron interno en un colegio de lunes a sábado. Era hijo único y sus padres pretendían darle una buena educación. Allí se pasó cuatro años. «Fue una experiencia dura», confesó después. De allí se llevó la costumbre del sacrificio y la camaradería que uno desarrolla, por narices, en un encierro escolar de ese calibre.

En dos semanas que lleva al frente, Marcelino ha llevado al Athletic a todo aquello en lo que se forjó cuando era chaval. A mucho despliegue físico, pese al día menos de descanso que el rival, como el que requería su padre para tumbar y llevarse aquellos eucaliptos. A una disciplina elevada sobre el césped, que quedó patente también en el estudio minucioso del balón parado y en la disposición táctica de un equipo que no fue, en ninguna fase del partido, inferior a lo que le planteó el Barcelona. Lo de Villalibre fue una campanada porque el Athletic nunca dejó, hasta el suspiro final, de tirar de la campana.

Cuando el Athletic eliminó al Madrid, en la semifinal del jueves pasado, Marcelino le pidió un favor a Sendoa Agirre, el delegado del equipo. «Sendoa me mandó un mensaje diciendo que el míster quería hablar conmigo. Hacía alusión a que alcanzar esta final era gracias al trabajo del año pasado. Me pidió si podía incorporarme a la concentración». Al otro lado del teléfono, estaba Aduriz.

Aritz se plantó en el hotel, ante la sorpresa de sus compañeros, antes del entrenamiento previo a la final. Beñat -en el MacArthur australiano- y San José -en el Birmingham- tuvieron más difícil cumplir con la invitación.

Marcelino, tan quisquilloso con los detalles, le había dado de esta forma, con toda la intención, otra vuelta de tuerca emocional a la final para el Athletic. Los quería juntitos y como leones. Como en la fraternidad del colegio San Francisco.