Nadal consigue lo nunca visto: 21 «grand slams»

DEPORTES

DAVE HUNT

El español firma una remontada antológica ante Medvedev en Australia, al levantar dos sets en contra, y ya tiene más grandes que ningún otro tenista en toda la historia

30 ene 2022 . Actualizado a las 19:08 h.

La historia del deporte es hoy más grande gracias a Rafa Nadal, que este domingo ha escrito una de las páginas más brillantes desde la invención del tenis. Con 35 años, ganó su vigesimoprimer grand slam, lo nunca visto hasta ahora, uno más en su lista de prodigios, empeñado en convertir en real lo que parecía imposible gracias a una hoja de servicios marcada por la épica de su tenis eléctrico y su autocontrol mental y también por el drama de las lesiones. En Melbourne, en un partido descomunal, regaló al mundo un título con el que dentro de su propio equipo ya nadie contaba cuando en el 2021 reapareció el problema de su lesión crónica por una fractura en el escafoides. Después de la reinvención de este inicio de año, firmó una de las más emocionantes remontadas jamás vistas para abatir en la final del Open de Australia al ruso Daniil Medvedev por 2-6, 6-7 (5) 6-4, 6-4 y 7-5 después de más de cinco horas a raquetazo limpio sobre la pista. Nadal sufre lo indecible ante un tenista tan completo como Medvedev, el más creíble de los jugadores nacidos en los años 90 para tomar el relevo del tenis cuando se retiren los tres gigantes que estaban empatados con 20 grand slams, Nadal, Roger Federer y Novak Djokovic.

No hay muchas maneras de hacerle daño al desgarbado Medvedev. Con sus 198 centímetros de altura, está dotado de unas piernas largas para dar zancadas de siete leguas y llegar a todo, ayudado por unos brazos interminables para conseguir una enorme palanca en sus golpes. Así que Nadal necesita variar su libreto para encontrar fisuras en su rival. Lo intenta persiguiendo ángulos en sus golpes, variando las alturas con un revés cortado que utiliza más de lo que acostumbra, subiendo a la red y persiguiendo un ritmo más alto de lo habitual. Con todas esas variaciones, y la solvencia con la que responde el ruso, en los dos primeros sets Nadal termina, casi inevitablemente, cometiendo algunos errores de más.

Por eso Nadal, que no concedió ni una sola bola de break en los primeros dos sets y medio de su semifinal contra Matteo Berrettini, se encuentra muy presionado desde los primeros puntos. Al tercer juego, el español ya tiene que levantar una bola de rotura de servicio. Se ve obligado a conectar algunos golpes inverosímiles para encontrar los fallos del ruso. Pero el goteo de puntos va cayendo más en contra de Nadal. Con 2-2, sufre ya el primer break a favor del ruso; con 2-4, llega el segundo; y en 42 minutos cierra el primer set por 6-2.

Huérfano en el primer tramo del partido de golpes definitivos, Nadal intenta animarse como sea. Cierra el puño al ganar el primer juego del segundo set, al anotarse el tercero, al verse durante un rato por delante en el marcador. La oportunidad le termina llegando, gracias a un tenis de trincheras, rebuscando en su repertorio. Con un revés cruzado casi de espaldas, cortísimo, consigue con 2-1 a su favor un 15-40 para romper por fin el servicio de su rival. Ruge entonces el público australiano, que quiere ver más tenis y que, también, recela del carácter desafiante de Medveved. Le tomó definitivamente la matrícula en semifinales cuando aseguró que para remontar su duelo contra el griego Stefanos Tsitsipas se había inspirado en Djokovic, el antivacunas expulsado del país tras un rosario de mentiras e incoherencias. Así que ruge el público de la Rod Laver Arena cuando Nadal se adelanta por 3-1 y cierra el siguiente juego con un vibrante golpe en la red y un ace definitivo.

Ese plan atípico, el de las subidas a la red, las dejadas, los recursos que saquen al ruso de las catacumbas de la pista, plantado hasta tres y cuatro metros por detrás de la línea de fondo, funciona. Y refresca un recuerdo, el de su triunfo en la final del US Open del 2019 contra Medvedev, cuando el partido también llegó a parecer perdido dada la extraordinaria fiabilidad y combatividad de su rival. En aquella final, Nadal se acercó en hasta 66 ocasiones a volear. Un plan que repite ahora.

Se suceden entonces las roturas de servicio, y Nadal se queda a un solo punto de ganar el set con 5-3 a su favor, antes de ceder en el tie-break por 7-5. Una hora y 24 minutos duró el segundo set, una locura. La final se convierte entonces en uno de los grandes desafíos de toda la carrera del mallorquín.

En toda su vida, en solo tres partidos había conseguido remontar dos sets a cero en contra. Y Nadal, al tiempo que había ido consiguiendo puntos brillantes, también se dejó errores impropios en bolas sencillas. Por cansancio o por lo superlativo del objetivo que acaricia, los 21 grand slams.

El primer aviso lo recibe con 2-3 en contra, con un 0-40 para el ruso que le enseñaba el abismo de la derrota. Ahí terminó un partido y empezó otro gracias a un Nadal soberbio. El español salva esa amenaza y hasta rompe el saque del rival para sacudir la final con el tercer set a su favor, un 6-4 que dura 64 minutos. Nadal haciendo de Nadal, el público enloqueciendo y Medvedev cruzándose.

Pero el ruso, acostumbrado a provocar, e incluso a meterse en líos con el público, se aferra al partido. La final eleva su nivel, con puntazos desde los dos lados. Con breaks de los dos lados. En una guerra que ya depende menos de la táctica y más de la fortaleza mental para golpear pelotazos bailando sobre el alambre de la presión. De un tipo de presión que se tragó a los dos anteriores tenistas que jugaron una final para sumar el grand slam número 21: Federer en Wimbledon 2019 y Djokovic en el US Open 2021.

Con el peso de la historia sobre sus hombros, Nadal conecta voleas imposibles, golpes alrededor de la red de los que no acostumbra a dirigir con la sutileza de muñeca de un artista. Así cabalga hasta que gana el cuarto set por 6-4 en unha hora y tres minutos. La remontada más importante de la historia del tenis toma forma.

Comienza el quinto. No va más. Y Medvedev pide la presencia del fisioterapeuta en pista, para que masajee su muslo derecho. El español lo ha conseguido, lo ha destrozado con una peculiar combinación de latigazos desde el fondo de la pista y golpes cortos para atraer al rival a la red. El break que vale una vida llega con 2-2, así que el español sirve para el título con 5-4 a su favor, y pese a fabricarse un 30-0, no sentencia. Vuelve a sacar con 6-5 y ahora ya no perdona.

Rafa Nadal, hasta el infinito y más allá.