El coruñés San Kim, de 14 años, se colgó el oro en categoría infantil y el bronce en cadete en el campeonato del Mediterráneo
17 may 2022 . Actualizado a las 10:20 h.Apenas levantaba un metro treinta del suelo cuando dejó boquiabierto a su futuro mentor. Con solo siete años, San Kim ( A Coruña, 2007) empuñó por primera vez un florete. Un movimiento inesperado sorprendió a Yann Breteau, su entrenador desde entonces y hasta ahora. «Tengo 50 años y empecé en la esgrima con 13. Nunca había visto nada igual», reconoce. A punto de cumplir 15 años, San acaba de lograr el oro en categoría infantil y el bronce en cadete en el campeonato del Mediterráneo de esgrima celebrado en Jordania. Un éxito que no es casual.
Como cualquier niño, probó primero en el fútbol. No era lo suyo. Sus padres, de origen coreano, querían que practicase algún deporte, y lo encontró. La esgrima llegó para darle sentido y rumbo a la vida de San. «He tenido que ir templándolo un poco porque desde el principio le gustó mucho», explica Yann.
Cuando un niño comienza a practicar este deporte lo hace con un florete de plástico porque es más blando, pesa menos y a la hora de recibir un impacto no duele tanto. Pero a San eso le sabía a poco y, al año de comenzar a entrenar en el Club Esgrima de A Coruña, ya le pidió a su entrenador cambiar al de acero. «Conseguí que aguantase un año más en plástico, pero a los nueve ya hizo el cambio», relata Yann. A partir de ese momento se dio cuenta del esfuerzo que ello implicaba. «Además del peso que supone el acero, en alguna competición acabó llorando. Pero es un niño muy duro», argumenta el técnico.
Su disciplina y dedicación le ha llevado a situarse en el número uno del ránking nacional a nivel infantil y cadete y noveno en el júnior. La concentración, el análisis del adversario, la velocidad en la reacción y la potencia son algunas de cualidades necesarias para la práctica del esgrima. «San tiene todo eso y además siente el arma de una manera muy especial», relata su entrenador. Cualidades que le han servido este año para dar el salto a competiciones internacionales e iniciarse a nivel sénior.
Un ritmo frenético de campeonatos, viajes y entrenamientos que es capaz de compaginar con sus estudios de secundaria en el colegio Eusebio da Guarda. «Tiene una profesora particular que le ayuda con las materias que le cuestan más, pero va lleva bien el curso», relata orgulloso su padre, Jun Kim.
Al borde de los 15 años —los cumplirá en julio— ve su futuro ligado a la esgrima profesional y así se lo ha hecho saber a sus padres, que no han dudado en brindarle su apoyo absoluto. «Tiene talento para llegar a serlo y le apoyamos. Pero inculcamos la disciplina y sabe que tiene que sacrificarse en muchas cosas para conseguirlo: su tiempo con los amigos, su alimentación...», afirma Jun.
Las dos horas de entrenamiento que dedica cada día no le parecen suficiente, así que el joven perfecciona su técnica en casa. «Construyó unas bolas más pequeñas que las de tenis con piedras y cinta adhesiva. Entonces yo se las tiro y él le da con el florete», explica el progenitor. Muy involucrado en la formación de su hijo, sabe que el éxito llega a base de esfuerzo y trabajo. Por ello, para mejorar el tono físico también practica bádminton y su padre, dueño de una clínica de acupuntura, le trata después de cada competición para evitar el riesgo de lesión.
Para rebajar la presión de la competición e incentivar a San, Jun Kim ideó un sistema de apuestas. «Al principio, cada asalto que ganaba yo le daba tres euros y si lo perdía, él me daba uno a mí. Mantuvimos esa rutina. Ahora me deja desplumado. De este campeonato le debo un cine, unas palomitas y una cena. Voy a pedirle al club que me subvencione», relata entre risas Jun.
En verano, San y su madre volverán a viajar a Corea para entrenarse, durante dos meses, con un maestro tirador. Una tradición que comenzó hace años y que solo la pandemia impidió. Todo esfuerzo es poco en una familia que apuesta todo por su joven talento.