José María García: «Hoy es imposible hacer el periodismo que yo quiero»

DEPORTES

Lideró durante décadas la radio deportiva en España, ahora ejerce de abuelo, y cree que no volverá a las ondas

06 jun 2022 . Actualizado a las 17:29 h.

Hace 20 años que José María García (Madrid, 1943) dejó los micrófonos sin despedirse de su audiencia. El 7 de abril del 2002, casi 40 años después de sus inicios en Radio España, dimitió de sus funciones y, desde entonces, sigue tras la barrera. Dice que no ha encontrado la forma de volver y que cada día que pasa es más difícil que lo haga. 

—Lleva jubilado dos décadas.

—Han pasado 20 años y me parece que fue ayer. Lo que más me impresiona es que tanto tiempo después la gente me recuerda como el primer día. Significa, al menos, que no ha sido baldío mi trabajo. Para los que están de acuerdo y para los que no. Llevo una vida plácida, tranquila, sin excesivas alteraciones. Sigo mucho la actualidad y fundamentalmente a lo que me dedico es a ejercer de abuelo con mis nietas, que me tienen loco. La profesión me debe, por lo menos, 15 años. No es normal tener que retirarse con 58. Fui un niño normal, al que le gustaba mucho el deporte. Me formé con curas en las escuelas cristianas. Con 17 años comencé en Radio España con un fenómeno que se llamaba Bobby Deglané. Y a partir de ahí tuve una vida intensísima, pero tremendamente feliz. Trabajando de sol a sol, estando en todos los frentes. Me fui a México a los Juegos Olímpicos. Íbamos 40 periodistas y el único que no se fue a la Villa Olímpica y se quedó en la Matanza de Tlatelolco fue José María García. Tenía ilusión por hacer las cosas, pasión. Para mí el periodismo deportivo fue una anécdota que duró 40 años. Ya me lo había advertido Emilio Romero: “O periodismo deportivo, o municipal”. Me dirigí al deportivo porque me parecía más atractivo. Me marché con dos exclusivas sin dar. Cuando tienes una audiencia millonaria tienes que ver el daño que puede hacer una verdad. Lo pensé, lo analicé. Eran dos noticias muy importantes, de una de ellas se sigue hablando hoy. He decidido llevármelas conmigo. 

—¿Por qué se marchó?

—Dejé el micrófono porque me había equivocado. Y cuando te equivocas no tienes que hacer culpable o responsable a nadie. Estábamos en la Cope, en un combate completamente desigual. Teníamos un tirachinas al que a veces se le rompía la goma frente al súper ejército de Prisa. Dejé Cope porque no veía la posibilidad de ejercer allí un proyecto que fuese válido para progresar. Establecí la parte mediática de Telefonica. Lamentablemente, la injerencia de los políticos echó por tierra cualquier posibilidad. Me equivoqué totalmente yéndome de la Cope y por eso lo tuve que pagar. Miguel Ángel Rodríguez, hoy presidente de la Comunidad de Madrid in pectore, me pidió enviado por José María Aznar la cabeza de Antonio Herrero. La injerencia absoluta del presidente del Gobierno es lo que acaba provocando mi marcha. Decir la palabra libertad a su lado es un pecado, una irreverencia. No fue una decisión de un día, fue meditada. Sentí que había metido la pata y que el responsable era yo.

—Ni lo explicó en antena, ni se despidió de sus oyentes

—Me marché sin despedirme porque no quería hacerle daño a España haciéndole ver que estaban en manos de un cacique, un censor, un dictador. No fue un acto de cobardía, fue de responsabilidad. Era decirle al mundo que teníamos un presidente que pedía la cabeza de los profesionales. Que iba a la televisión y le preparaba la entrevista al entrevistador.

—A usted, en ocasiones, le han acusado de lo mismo. De actuar como un dictador. 

—Yo nunca me he comportado así. Podrá haber gustado más o menos lo que he hecho, pero yo no he triunfado por las incorrecciones. Lo he hecho por mi trabajo, por mi sagacidad o por mi habilidad. Jamás he presionado a un deportista. Que salga uno solo y diga que yo le he presionado para que estuviera en mi programa. Al margen de que sería perfectamente lícito porque al final, por muchas milongas que les cuentes, el deportista es el que decide. No creo que haya metido miedo a nadie, pero cada uno es libre de tener sus sensaciones. Un tipo que mide un metro escaso no creo que asuste a nadie. El otro día leía que García le llevaba caviar a los ciclistas. Eso es absolutamente falso. Lo que sí es cierto que yo me volcaba con ellos y les ayudaba absolutamente en todo. Es el deporte más sacrificado y el que más me ha gustado. Y ganaban dos pesetas. Cuando llegué a la Vuelta, los directores de equipo dormían en hoteles de cinco estrellas y los ciclistas en pensiones. Se tenían incluso que bañar con jarros de agua en cubos. Empecé una lucha titánica hasta que conseguí que los ciclistas tuvieran los mismos hoteles. 

— Le percibían como alguien poderoso.

 —Yo no creo que tuviera más poder que el de concienciar a la opinión pública. Estuve muchos años con el “Pablo, Pablito, Pablete” (por Pablo Porta) y él seguía siendo presidente de la Federación. Eso sí, cuando salía de su casa, que vivía enfrente de un colegio, se fijaba en que no hubiera nadie porque le cantaban lo de “Pablito, Pablete”. Pero la fuerza ejecutiva no la tenía yo, la tuvo un ministro —Javier Solana— que realizó un real decreto chapucero y se lo cargó en dos minutos.

—¿Cómo trataría a Luis Rubiales hoy?

—Estoy expectante. Yo conozco a Rubiales y no creo lo que dicen que ha hecho, pero no digo que no sea verdad. Se ha equivocado gravemente en las conversaciones con Piqué. No sé si ha cambiado mucho. Es verdad que aquí en España a un tío de los normales le pones una gorra y lo has jodido.

—Ha tenido la potestad de señalar, pero también se ha visto señalado muchas veces.

 — A mí me colgaron en el Bernabéu porque el presidente de turno pagó un millón de pesetas al grupo que me colgó (los Ultras Sur). Me declararon persona no grata en el Nou Camp. Tuvo que sacarme una lechera de la policía en Burgos. Si tú ejerces el periodismo libremente y tienes que dar la cara, pasan estas cosas. Yo era muy crítico con Perico Delgado porque había abandonado a sus compañeros y no había querido participar en la Vuelta a España por una mierda de monedas. Cuando llegué con la Vuelta a Segovia, había más de dos mil personas esperándome y tuvo que sacarme la Guardia Civil. Yo dormía en el Parador de Segovia y a la mañana siguiente vino a recogerme un comandante con un helicóptero. Al helicóptero habían atado un burro, al que habían rapado, y le habían escrito “Butano, vete”. Así ha sido mi vida.

—¿Qué tal se lleva con lo de Butano? 

 —Fue una ocurrencia que se inventó César González de Navascués, hijo de César González-Ruano, que era compañero mío en el diario Pueblo. Iba a los partidos con un anorak color butano y no mido 1,90, por eso me lo puso. Cuando mis amigos me llamaban Butano o Butanito, de forma afectuosa, me encantaba. Luego queda el otro Butano de los resentidos y los cobardes.

 — En la lucha titánica que mantuvo por la audiencia, ¿valía todo?

 —No, y a mí la competencia se me fue de las manos. Yo me equivoqué. Fue un juego de estrategia que ahora, con los años, sé valorar mejor. Ahora no pasaría. Me equivoqué entrando a la provocación pero me lo pasé bien. Otro error que cometí fue la obsesión por ser el primero en todo. No es tan importante ser el primero como ser el mejor. Da lo mismo que se te adelanten con una entrevista si cuando llega tu turno le haces la mejor entrevista al entrevistado. Es una reflexión que te da la experiencia. Guardo muy buenos recuerdos de todas las etapas, pero lo de Antena 3 Radio fue algo increíble. Que Prisa, nuestro rival, que nos odiaba, publicase en la última página de El País que se estaban agotando las radios de Frecuencia Modulada... Tengo varios récords en mi trayectoria. De exclusivas, también. Pero hay uno que no tiene precedente en el mundo. Que una emisora, para silenciar a un periodista, que era García, compre su emisora como hizo Prisa con Antena 3 para cerrarla. Yo había estado en la Cadena Ser muchos años, hasta que me tuve que marchar. Me defendió, me protegió y me ayudó. Cuando dejó de hacerlo y se pasó al enemigo, que era el poder, me fui. Me pidieron que silenciara determinadas cosas por un ministro que no dormía por culpa de García y no quise hacerlo. Fui un hombre de empresa y respeto todo lo que conviene a mi empresa salvo los caprichos de sus dirigentes. Había que echarle muchas narices para irse con una mano detrás de la otra. 

—¿Por qué no ha vuelto?

— A deportes nunca quise volver. Las segundas partes nunca fueron buenas. Ahora, además, es absurdo. El periodismo deportivo no existe. Se lo ha cargado la situación económica de los medios. Los periódicos no los dirigen los directores, los dirigen los CEO. Y ellos ven un euro, aunque sean ateos, y cantan una misa. Estamos en una crisis que se hace irreverencial con el periodismo que yo quiero hacer. El periodismo significa libre, plural, buscar la verdad. Dime ¿en qué medio de España puedo hacer ese periodismo?. Es imposible hacer el periodismo que yo quiero. Cuando llegué al diario Pueblo, me censuraron la primera entrevista y me llamó Emilio Romero. Me dijo: “Chaval, el periodismo que tú quieres hacer, aquí y ahora todavía no se puede hacer”. Claro, vivía Franco y existía la censura. Hoy el periodismo de investigación en España ha desaparecido, no existe salvo excepciones contadísimas. Las denuncias corresponden a los intereses de los partidos políticos.

 —¿Le han ofrecido la oportunidad de regresar en estos 20 años?

 —Lo que me han ofrecido no me ha gustado. Ahora estoy acostumbrado a esta vida y cada día es más difícil que vuelva. Veo una diferencia enorme con el país que dejé. La radio ya la escucho muy poco, no me merece la pena. Sigo fiel a Carlos Herrera y me gusta la profesionalidad y la cultura de Carlos Alsina, pero diversifico mucho. Es un dolor infinito. El problema es que antes luchamos fuerte por subir a la radio al primer puesto del podio europeo. Cuando se fue aquella generación de directores, vinieron unos jornaleros del halago que la han destrozado. Yo luché para que la televisión no acabara con la radio. Así nacieron las retransmisiones de las vueltas ciclistas, que hoy siguen con la moto como hace cien años. Tenía unidades móviles en los coches de los directores deportivos. La radio entregó la audiencia a la televisión por el desconocimiento de los directores y la poca valía de sus profesionales. Llegó el Mundial y las dos emisoras líderes, la Ser y la Cope, le prestaron a sus primeros narradores a la televisión. La televisión fue inaudible, porque los dos se peleaban a ver quien era el que más hablaba, y las radios entendían que les hacía publicidad tener a sus locutores en la televisión. Fue una bajada de pantalones. ¿Qué periodismo es que uno de los primeros narradores de España anuncie Energisil? ¿O que otro, que para mí ha sido una absoluta decepción, se haga cocinilla? En la profesión de hoy yo sería un sujeto extraño, como perdido en una isla. ¿Tú crees que yo podría compartir ideas con el cocinero (por Juanma Castaño) o el auparrabos (por Manolo Lama)? Con la radio deportiva ha acabado Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid. Hace muchísimo que no hablo con él. Nos vimos hace poco en el entierro de Paco Gento, que era amigo personal. Se me acercó, me dio las gracias por asistir, y nada más. Yo no tengo nada con Florentino. Le pidió mi cabeza al señor Aznar, pero al final el que incumplió fue Aznar. Lo que tengo contra Florentino es por la cantidad de buenos periodistas que ha acabado. Pidiendo cabezas e intercambiando favores. Se ha cargado a muchos profesionales. Y eso, a día de hoy, sigue exactamente igual.

 —Hoy hablaría usted de la Superliga y de Mbappé.

—El problema de la Superliga y de Mbappé es uno más en el desconocimiento de alguien que con muchísima dificultad distingue entre un balón y una palangana y se mete a director deportivo del club más importante del mundo.

 —El espíritu del combate no lo ha perdido.

—Ni lo pienso perder hasta que Dios me llame. Tuve un cáncer y cometí un error el año de la pandemia. Me fui con mi mujer a Guadalmina —en Marbella— y en un año me hice la barbaridad, con la edad que tengo, de 3.800 kilómetros corriendo. Tengo dos vértebras rotas. Ahora estoy un poco caído porque no me dejan correr ni caminar, pero todo se superará.