«O Rei» encontró en el lucrativo contrato con el Cosmos la tabla de salvación frente a su ruina económica
29 dic 2022 . Actualizado a las 21:26 h.Cuando disputó su último partido con el Santos, un cómodo triunfo ante el modesto Ponte Creta (2-0) en el Campeonato Paulista, O Rei se arrodilló en el centro del campo y, ante más de 20.000 apasionados hinchas, se despidió. Era el 2 de octubre de 1974 y Pelé planeaba disfrutar de una vida tranquila en Sao Paulo con su mujer y dos hijos.
Empero, todo cambió cuando, según el propio Pelé cuenta en su biografía, el astro recibió la visita de su contable. «Me acuerdo como si fuera hoy del momento en que él entró en casa. Sudaba profusamente. Estaba pálido, parecía que se iba a desmayar. Sentí que algo pasaba e hice una broma: '¿Cuántos millones tenemos todavía?' Casi tuve que llamar al médico tras su respuesta: 'Mire usted, es complicado...'», describe Edson Arantes do Nascimento en ese libro Pelé: La importancia del fútbol'.
Supo entonces que estaba arruinado, que debía millones y que los bancos tenían sus 41 inmuebles embargados por inversiones mal hechas en al menos seis empresas que cayeron en bancarrota por culpa de sus malas gestiones. Con tres Mundiales conquistados y el aval de ser el mejor del mundo, Pelé tenía que volver a empezar.
Paradójicamente, su salvación estaría en Estados Unidos, uno de los pocos países del mundo donde el fútbol era minoritario. «Del nunca jamás voy a jugar en otro equipo que no sea el Santos» que Pelé repetía a sus amigos y que le hicieron rechazar ofertas incluso del Real Madrid y la Juventus, al sí forzado por la necesidad al empresario británico Clive Toye, socio del New York Cosmos. Se habían conocido entre 1971 y 1974, cuando el jugador hizo campaña a lo largo del mundo en favor de la elección de su compatriota Joao Havelange al frente de la FIFA.
Tras varias tentativas en falso, el magnate fichó por fin a Pelé el 27 de marzo de 1975. O Rei estaba en Bruselas para un partido amistoso junto a varias estrellas internacionales y se le abrieron los ojos al escuchar la oferta. Un contrato de 2,8 millones de dólares era irrechazable. Representaba el sueldo más alto de la historia de un deportista, más incluso de los 450.000 dólares al año que cobraba en la NBA el mítico Kareem Abdul-Jabbar.
Pelé llevaba ocho meses sin competir y ya tenía 34 años, pero la clase nunca se pierde. Se estrenó con un gol y una asistencia en el empate ante el Dallas Tornado y ya cerró su primera temporada con cinco goles y cuatro pases decisivos en solo nueve partidos. El curso posterior, ya fueron 15 goles y 19 asistencias en 24 encuentros y al siguiente vio puerta en 17 oportunidades y guió al Cosmos al título.
El 1 de octubre de 1977, cerca de 76.000 aficionados llenaron el majestuoso Giants Stadium para despedir a Pelé en un amistoso ante el Santos. La leyenda jugó 45 minutos con cada camiseta y ofreció un célebre discurso de gratitud. «Creo que el amor es lo más importante que podremos ofrecer uno al otro. Todo lo demás se va en un día. Por eso os pido que repitáis tres veces conmigo 'amor, amor y amor'. Muito obrigado», balbuceó Pelé, bañado en lágrimas. O Rei había revolucionado el deporte en EE UU. El Cosmos triplicó la asistencia a su estadio, pulverizó récords de audiencia en televisión y fue un pionero.
Luego aterrizarían allí otros ídolos como Johan Cruyff, Franz Beckenbauer o George Best, pero ninguno como Pelé. Gracias a la semilla que plantó, hoy EE UU se prepara para organizar su segundo Mundial masculino y presume de contar con la mejor selección femenina del mundo. «Pelé fue el único futbolista que sobrepasó los límites de la lógica». Palabra de Éric Cantona, exfutbolista francés, actor, productor y director deportivo del New York Cosmos tras su refundación, entre el 2011 y el 2014.