Diego Piñeiro, jugador vigués de balonmano: «Japón es una pasada de país»

DEPORTES

El vigués ganó todas las competiciones y fue designado mejor pivote de la liga

03 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Diego Piñeiro Martín (Vigo, 1994) se fue de casa a los 16 años rumbo a León. Del Ademar dio el salto al balonmano francés y desde hace año y medio está en Japón, en el Toyoda Gosei, el equipo de una empresa filial de la gigante Toyota. El pivote vigués lo ha ganado todo en estas dos temporadas y acaba de ser elegido como el mejor en su puesto de la liga. Y encima, tras superar la fase de adaptación, está encantado con el país.

—¿Qué tal este año y medio en Japón?

—Muy bien. Iba con una impresión totalmente distinta a la que tengo ahora mismo de la liga, del nivel de la competición y de todo. Japón es una pasada de país, el club no es un club como tal, sino una empresa que tiene una sección de balonmano y, entonces, está todo muy organizado, como el propio país.

—¿En qué cambia de un club a una empresa que tiene una sección de balonmano?

—En el equipo no somos todos profesionales, lo somos los extranjeros y dos japoneses, y el resto trabaja en la empresa por la mañana y por la tarde entrenan. Como club, no cambia nada, hay una oficina de recursos humanos y dentro de ella se atiende al balonmano. Diría que es mucho más amplio que un club en España, está mejor organizado y hay más estructura. En el 2024 ya será una liga profesional, con jugadores profesionales, y supongo que se abrirá más, porque ahora era muy difícil entrar aquí. En la liga somos 12 equipos y, de ellos, solo dos clubes de balonmano.

—Fue elegido mejor pivote de la liga para completar un buen año.

—Los que venimos de fuera tenemos que demostrar nuestro nivel, que para eso venimos. Estoy muy contento. El primer año fue un poco complicado, llegué a mitad de temporada, después de seis meses sin poder entrenar, adaptarse al ritmo fue difícil y el idioma también es una barrera, porque nadie habla inglés, muy poquito. Este año me han salido las cosas y aparte de ser nombrado el mejor pivote de la liga, hemos ganado las dos copas que hay en Japón y la liga. Ha sido un año perfecto. En estas dos temporadas que llevo aquí lo hemos ganado todo.

—¿Qué nivel tiene la liga japonesa?

—Los cinco o seis primeros equipos dirían que tienen un nivel parejo al de la liga española, salvando diferencias. En España hay mucha más táctica y hay mucho rigor en el juego, pero Japón me sorprendió para bien. No es una liga visible para nadie y cuando llegas allí, cambias la visión por completo que tienes sobre ella. Es una competición con jugadores muy físicos, pequeños, pero muy rápidos y explosivos; no estamos acostumbrados a ellos. Cuando entras en una nueva liga, la adaptación es difícil y en Japón te espera un ritmo de juego muy alto, se corre muchísimo, jugadores pequeños que buscan espacios para el uno para uno... Es diferente, pero el nivel es muy bueno.

—¿Cómo surgió la idea de marcharse a Japón?

—Todo parte del segundo entrenador de mi equipo, que es español y, a partir de ahí, buscaban pivote, hablé con un cubano que estuvo en el Teucro y ahora está aquí, me informé y decidí venir.

—¿En Japón es popular el balonmano?

—No. Allí el número 1 es el béisbol, que es el deporte rey, después están el fútbol, el voleibol y el baloncesto, y el balonmano está por debajo. No hay tradición, pero sí cada vez más, porque la selección está mejorando y la liga también. Ahora somos seis extranjeros en la competición.

—¿Cómo se adapta a una ciudad como Nagoya?

—Son diferentes a nosotros, pero como a todo, te tienes que adaptar. Yo, personalmente, lo llevo bien. Es un proceso que al principio cuesta un poco, porque el idioma es una barrera total y los primeros seis meses fueron más difíciles, porque incluso es complicado hacer vida social, ya que no conoces a nadie, pero en una ciudad tan grande hay mucho extranjero y ahora ya tenemos un grupillo de amigos y todo es más fácil porque ellos tienen los mismos problemas que tú.

—¿Cómo ve desde la distancia el balonmano gallego y el español?

—Tiene sus picos. Pese a la diferencia horaria, me despierto para ver resultados y a ver si somos capaces de que el año que viene tengamos dos equipos gallegos en Asobal. En cuanto a la liga, tampoco le veo un futuro muy prometedor. Creo que tienen que cambiar muchas cosas y tiene que haber empresas que apoyen más el balonmano, si no, va a ser difícil que se mantenga el nivel, porque al final las demás ligas están creciendo. Ahora, gente con 18 o 19 años ya se está yendo a las ligas de fuera y, si perdemos a la gente joven, el nivel de la liga, en unos años, va a bajar. Lo mejor es que en España se trabaja muy bien la base, saldrá mucha gente y seguiremos manteniendo el nivel.

—Llama la atención que España sea una potencia y que su liga pierda protagonismo.

—En España hay jugadores muy buenos y, aunque tengamos la diferencia física con otros países, jugamos tan bien al balonmano que al final compensamos todo.

EN CORTO

El jamón, aparte de la familia, es lo que más echa de menos Diego Piñeiro en Japón. En un futuro le gustaría acabar su carrera en España.

—¿Qué es lo que peor lleva?

—Que estamos muy lejos de la familia, de los amigos y el cambio horario nos mata, porque son ocho horas más en Japón. Cuando termino de entrenar y me estoy yendo a dormir, mis padres salen de trabajar.

—Sin embargo, no parece que esté arrepentido de dar el paso.

—Para nada. Deportivamente, el nivel no es el de Francia, es una realidad, pero en el equipo entrenamos muy bien, porque aunque no sean profesionales, tienen una actitud totalmente profesional e incluso en algunos aspectos lo son más que en Europa.

—¿Qué extraña?

—Al principio, la vida social, porque los japoneses son bastante cerrados, ellos trabajan muchas horas y, entonces, es difícil quedar con alguien.

—¿Cómo lleva la comida?

—Muy bien, encantado, aunque echo cosas de menos.

—¿Qué cosas?

—Lo que más, el jamón. Eso es el número 1, porque no podemos llevarlo a Japón, ya que está prohibido el tema de aduanas.

—En su caso, casi ni pisó el balonmano gallego.

—Muy poco. Me fui a los 16 años del Octavio. Aún estando en la distancia, siempre estoy pendiente.

—¿Le gustaría acabar en España?

—Sí, me gustaría acabar cerca de mi familia y de mis amigos, pero el futuro es muy incierto y depende de muchas cosas.