Luis Rubiales, de la gloria deportiva a la dimisión en 21 días

G.V. REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Luis Rubiales, en una foto de archivo
Luis Rubiales, en una foto de archivo JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

El 20 de agosto las jugadoras de la selección española se convertían en campeonas del mundo. Un momento de euforia colectiva con beso no consentido que acabó poniendo al fútbol español en medio de un escándalo mundial. Inhabilitado por la FIFA, Rubiales anunciaba este domingo que renunciaba a su cargo en la RFEF

10 sep 2023 . Actualizado a las 23:40 h.

Era 20 de agosto. España había conseguido ronda tras ronda un hito histórico. La selección española femenina estaba por primera vez en la final de un mundial. El escenario, Sidney; las rivales, Inglaterra. Era uno de los cocos de la competición y aún así, el combinado español gracias a un gol magistral de Olga Carmona ponía una pica en la gloria. Era la gloria deportiva. La que convertía a las españolas en campeonas del mundo.

La explosión de felicidad fue colectiva. Todo un país conectaba eufóricamente con la selección femenina. Abelleira, Bonmatí, Paralluelo, Coll, Putellas... los nombres eran ya conocidos. Poco sospechaba en ese momento una madrileña, Jennifer Hermoso, que se iba a convertir en la protagonista del más desagradable de los gestos.

Ese mismo domingo 20, en la entrega de medallas, el gesto ya sorprendió. Hermoso desfila con sus compañeras durante la entrega de medallas y, al llegar a la altura del presidente de la RFEF, él le agarra la cabeza y le planta un beso en la boca. Ese fue el final. La imagen recorrió el mundo y llegó la revolución.

Al día siguiente hubo disculpa en forma de vídeo y de comunicado de la federación. Rubiales emitió un mensaje oficial en el que, a través de una grabación, asumía que se había excedido en su celebración. «En un momento de máxima efusividad, sin ninguna mala intención, sin ninguna mala fe, ocurrió lo que ocurrió, yo creo que de manera muy espontánea. Repito, sin mala fe por ninguna de las dos partes», dijo. 

Durante la celebración, en la que se ubicaba junto a la reina Letizia y la infanta Sofía, el presidente de la federación también protagonizó un episodio irrespetuoso agarrándose los genitales.

La primera imagen de Jenni tras el beso llegó a través de los vídeos que las jugadoras compartieron de su celebración en las redes sociales. «¿Y qué hago?», decía.

Las críticas del Gobierno

El ministro Iceta fue el primero en reprobar lo acontecido desde el Gobierno, pero las palabras del presidente le dieron la estocada al presidente de la RFEF.  Para Pedro Sánchez las disculpas no eran «suficientes ni adecuadas» e insinuaba que Rubiales debía dimitir. «Tiene que continuar dando pasos para aclarar lo que vimos».

El debate estaba ya instalado en la sociedad. Víctor Francos, presidente del CSD aseguraba que si la federación no actuaba, lo harían ellos. Jugadoras de la talla de Megan Rapinoe no se callaba y consideraba que Jenni había sido «físicamente acosada». El clamor llegaba incluso del fútbol masculino, aunque muy lentamente. El presidente Ángel Torres fue el primero en pronunciarse. Esos días, hasta los partidos políticos se ponían de acuerdo. 

Mientras, las auténticas protagonistas, las campeonas del mundo, superaban los homenajes para irse unos días de celebración a Ibiza. Entre tanto ruido, las primeras palabras de Jenni llegaban el 24 de agosto. La jugadora se posicionaba a través de su sindicato y exigía medidas contra Rubiales. 

El comunicado, trasladado de forma coordinada entre la agencia y el sindicato, pedía a la Real Federación Española de Fútbol que «implemente los protocolos necesarios, vele por los derechos de nuestras jugadoras y adopte medidas ejemplares».

Entonces era comedida. No sabía lo que se le venía encima. Todavía faltaban 24 horas para que Luis Rubiales diese una rueda de prensa que quedará marcada a fuego en la historia del deporte. La RFEF convocaba una Asamblea Extraordinaria en la que su presidente dimitiría. No sucedió. Rubiales usó la tribuna para descartar que fuese a dejar el puesto. «No voy a dimitir. ¿Un pico consentido es para sacarme de aquí? Voy a defenderme hasta el final». Frente a él, aplaudiendo, el ya destituido técnico de la selección, Jorge Vilda, o el seleccionador masculino, Luis de la Fuente. El presidente de la RFEF aseguraba que «se está ejecutando un asesinato social» contra él, que se le está «tratando de matar», al mismo tiempo que explicó que el beso a la jugadora Jenni Hermoso fue «espontáneo, mutuo y consentido». Ese fue el punto y final de una huída hacia adelante. Las campeonas del mundo, y el mundo del deporte en general, estallaron. «Se acabó», decía Alexia Putellas

Jenni Hermoso se pronunciaba por primera vez con detalle. «Se me pidió realizar una declaración conjunta para rebajar la presión sobre el presidente», explicaba sobre las primeras horas tras el beso. «Me sentí vulnerable y víctima de una agresión, un acto impulsivo y machista», continuaba.

Con la tormenta en su momento más álgido, nada se calmó. Llegó el sábado de la locura. El 26 de agosto amanecía con un comunicado de la RFEF con cuatro fotos que supuestamente demostraban que había sido la jugadora la que había levantado a Rubiales del suelo durante el abrazo. Intentaban dar veracidad a la versión del presidente. «Las pruebas son concluyentes. El presidente no ha mentido», añadía. La federación aprovechaba además para dar un aviso a las 80 jugadoras que horas antes se habían unido en un escrito para manifestar que no acudirían a las convocatorias de la selección si no había cambios. «La participación en la selección es una obligación de todas las personas federadas si son llamadas para ello».

En el día en el que los patrocinadores comenzaron a escapar, llegó el gran titular: la FIFA anunciaba la inhabilitación de Rubiales durante 90 días. Se acababa su actividad en el ámbito nacional e internacional. Pedro Rocha, el único vicepresidente que quedaba en la RFEF, muy cercano a Rubiales, se convertía en el máximo dirigente del ente deportivo y convocaba a las presidentes de las federaciones autonómicas a una reunión urgente para «analizar la situación».

Ese mismo sábado, De la Fuente y Vilda se desmarcaban. Pasaban del aplauso sonoro al ya expresidente a reprobar su actitud. No tenía mucha salida. Ni social ni deportiva. Al seleccionador femenino le dimitían once profesionales del staff, entre ellos su segunda entrenadora (y ahora seleccionadora nacional) Montse Tomé.

En ese momento comenzaba una larga huida hacia delante, con una madre en huelga de hambre incluida. La Fiscalía le ofreció a Jennifer Hermoso denunciar y la jugadora ejecutaba hace solo unos días. 

Entre medias, el CSD buscaba la puerta de salida para Rubiales cuando el TAD decidió dejar el beso solo en falta «grave». Una situación insostenible que puso al fútbol español en medio de un escándalo mundial que Rubiales zanja 21 días después tras cinco años en el cargo.